Ucrania: La fuerza viene desde el interior
El plan de victoria de Zelensky es un llamamiento a los actores exteriores que demuestra que el gobierno sigue subestimando claramente el potencial de una movilización interna de todas las fuerzas. Al mismo tiempo, su plan corre incluso el riesgo de socavar la unidad, por ejemplo abriendo el acceso a los recursos naturales mientras los oligarcas siguen siendo protegidos y el peso de la guerra recae sobre la población.
Sólo si desarrollamos una infraestructura de defensa pública, si socializamos las infraestructuras críticas y si gestionamos los recursos de Ucrania en interés de las generaciones presentes y futuras, podremos esperar proteger nuestra libertad. La ciudadanía debe participar en el futuro del país, y el respeto de la dignidad humana debe estar en el centro de una sociedad que les pide a sus miembros que arriesguen la vida por ella.
Lamentablemente, nada de eso aparece en el plan de victoria de Zelensky, que finalmente ha sido revelado a la nación. Al contrario, lo que más llama la atención del plan es su dependencia desproporcionada de Occidente. Se trata de un cambio notable que se aleja de los anteriores llamamientos emocionales para tratar de atraer apoyos a través del acceso a nuestros recursos naturales y la promesa de subcontratar nuestras tropas para garantizar la seguridad de la Unión Europea. Por muy alejada que esté esta visión de nuestros anhelos más entrañables de volver a formar parte de la familia europea, podría ser un enfoque sobrio, dada la omnipresente hipocresía de la política internacional. Pero lo que resulta aún más humillante es su rechazo casi inmediato. Mientras que anteriormente la presión incesante, al borde de la intrusión, conseguía lo inimaginable, la evolución del entorno político actual indica que el límite ha sido alcanzado.
Esta dependencia de los actores externos para resolver nuestros problemas es sintomática del camino político elegido, que considera que nuestra propia ciudadanía estaría de acuerdo en participar y nos ha llevado a una fragilidad interna apenas disimulada. Sotsialnyi Rukh exige un diálogo sincero con la sociedad sobre cómo hemos llegado hasta aquí y qué podemos esperar razonablemente. La retórica militante del gobierno genera expectativas, pero la incapacidad de hacerlas realidad buscando unir al conjunto de la sociedad y movilizando todos los recursos para la defensa no hace sino aumentar la desconfianza y la decepción.
Después de 970 días de guerra, en el momento de escribir estas líneas, decenas de miles de personas muertas, cientos de miles de heridas y millones de desplazadas, los desafíos son inmensos. Son pocas las familias que han logrado escapar a la devastación. Las esperanzas suscitadas por el éxito de la ofensiva en el oblast ruso de Kursk han dado paso a la inquietud y la incertidumbre ante la lenta retirada hacia el Este. Las fuerzas rusas amenazan con apoderarse de Pokrovsk, lo que podría cortar la principal fuente de carbón de coque y paralizar nuestra industria metalúrgica. Los soldados agotados, que a menudo luchan en unidades con efectivos insuficientes sin tener descanso y recuperación adecuados, están indignados ante los planes del gobierno que permitirán la compra legal de una exención, al menos temporal, del servicio militar y exigen unos términos de duración de servicio claros. Algunos ya no pueden más: según informes de los medios de comunicación, en los seis primeros meses de 2024 se registraron casi 30.000 casos de exención del servicio.
La pregunta sigue pendiente: ¿quién sustituirá a quienes están en primera línea? Conscientes de las condiciones de vida en el ejército, la gente ya no hace cola en los puestos de reclutamiento, sino que evita activamente la movilización. Los casos de evasión denunciados se han triplicado desde 2023 y las encuestas muestran regularmente que casi la mitad de los encuestados consideran razonable este fenómeno. Los llamamientos al deber cívico suenan huecos cuando el Estado declara abiertamente que no le debe nada a su ciudadanía: la ministra dePolítica Social, Oksana Zholnovich, declaró que "hoy tenemos que romper todo lo que es social y reformular desde cero el nuevo contrato social en nuestro Estado" y el presidente de la Política Social declaró "no somos un ministerio que paga, los ucranianos deberían ser más autosuficientes y menos dependientes del Estado". La brutalidad de los oficiales de la policía judicial, que presionan a los hombres en las calles, no hace sino agravar el problema. En 2024 se presentaron más de 1.600 quejas ante el Defensor del Pueblo, pero los resultados se hacen esperar. Mientras tanto, los informes procedentes del campo de batalla, que describen cómo reclutas desmotivados, sin formación e incluso no aptos ponen en peligro a los demás,cuestionan el resultado del aumento de la presión coercitiva.
El panorama general sugiere una elección deliberada por parte de las élites gobernantes de trasladar el peso de la resistencia a la agresión a la gente corriente. El aumento espectacular de los precios, los bajos salarios y la austeridad social van de la mano de las restricciones a la negociación colectiva, el aumento de los impuestos sobre los bajos y medianos ingresos y la corrupción continua, incluso en el sector de ladefensa. Lo que agrava aún más las cosas es que la clase política prefiere ignorar la oportunidad de una unidad sin precedentes que todos conocimos desde que comenzó la invasión. En su lugar, opta por sembrar la división explotando los temores de una sociedad traumatizada y alimenta la desconfianza nombrando constantemente nuevos enemigos internos: rusoparlantes, víctimas del pensamiento colonial, adeptos de los clérigos de Moscú, colaboradores, agentes del Kremlin o maricones. Muestra con el dedo a las y los ucranianos del frente como a los desagradecidos de la retaguardia que, a su vez deberían culpar a los que están cómodamente sentados en el extranjero.
Esto nos lleva de nuevo al plan de victoria del Presidente que, si bien hace hincapié en la fuerza, no hace sino exponer nuestras debilidades. Algunos sostienen que éste puede ser el último ultimátum de Zelensky a Occidente -destinado a ser rechazado- antes de un giro completo hacia un compromiso forzado con el enemigo. Este argumento no es del todo infundado, ya que las encuestas parecen indicar que más de la mitad de la población estaría dispuesta a negociar o congelar el conflicto en el caso de que el Occidente le retirara su apoyo.
Pero, ¿qué posibilidades hay de que un acuerdo con Rusia conduzca a una paz duradera, y más aún a una paz justa?
Incluso suponiendo que Putin esté dispuesto a negociar de buena fe, lo que no es seguro, ese tipo deconversaciones podrían estar condenadas al fracaso, dar lugar a un acuerdo que nazca ya muerto o constituir simplemente una pausa transitoria antes de que se reanuden los combates.
El reconocimiento de la anexión de los territorios ocupados está obviamente descartado. Para las y los ucranianos, esos territorios siguen bajo ocupación y no hay manera de mitigar esta realidad.
Dejar a Ucrania sin garantías de seguridad, especialmente cuando Rusia sigue invirtiendo en su fuerza militar, sería una invitación abierta a nuevas agresiones. En la sociedad ucraniana, el 45% de la gente ve una paz injusta como una traición a los compatriotas caídos, y el 49% sale a la calle para protestar contra un compromiso semejante. El único acuerdo que tiene posibilidades de ser apoyado, por un pequeño margen, incluye la desocupación de las regiones de Zaporizhzhia y Kherson, combinada con el ingreso en la OTAN y la UE.
Por otra parte, los objetivos del Kremlin en esta guerra de agresión, reiterados por el propio Putin antes de la cumbre de los BRICS en Kazán, no parecen contemplar nada que no sea la capitulación y la sumisión.Además, el plan presupuestario trienal recientemente aprobado por Rusia eleva el gasto militar a un nivel récord. El mayor error, por tanto, sería contraponer los esfuerzos diplomáticos al apoyo militar. Sin una solidaridad significativa, Ucrania y su pueblo caerán, si no ahora, será más tarde.
Si bien no existen soluciones fáciles ni prefabricadas, la honestidad es la clave para estar preparados. Si hay un alto el fuego, no durará mucho, pero hay que aprovechar cada día para reforzar la resistencia de nuestra sociedad. Exponer nuestro ecosistema a los inversores extranjeros cuando ya está debilitado por años de explotación depredadora y de ecoterrorismo ruso no es la solución. La desigualdad, la alienación y la privación de derechos no nos traerán la resiliencia. La mano invisible del mercado -que todo lo mercantiliza, sujeta al cortoplacismo y al beneficio- no nos hará más fuertes.
La raíz de nuestros problemas radica en que, con demasiada frecuencia, los intereses de aquellos que, con su trabajo invisible, hacen que el país funcione, han sido ignorados. Esperemos que esta vez hayamos aprendido la lección. Por eso «Sotsialnyi Rukh» declara públicamente que está dispuesto a cooperar con otras fuerzas para construir un movimiento político que garantice que la voz del pueblo sea escuchada en los pasillos del poder. Las elecciones, en cuanto tengan lugar, pueden decidir nuestro destino en los años venideros.
Oleksandr Kyselov es miembro del Movimiento social, Sotsialnyi rukh, Ucrania)