Oleksandr Kyselov, Piero Maestri,Francesco Brusa
Entrevista de Piero Maestri y Francesco Brusa a Oleksandr Kyselov, miembro de la organización Sotsialnyi Rukh (Movimiento Social) y autor, entre otras cosas, de un reciente e importante artículo que intenta esbozar un programa político mínimo para la izquierda internacional con respecto a Ucrania.
Recientemente se han producido cambios en la cúpula militar ucraniana. ¿Cómo valora la situación actual del país y su esfuerzo de resistencia?
Es realmente difícil ser optimista. Hay una gran incertidumbre en cuanto a la ayuda militar y económica de Estados Unidos, y al mismo tiempo no sabemos hasta qué punto Europa podría suplir esa carencia: sabemos desde hace mucho tiempo que es necesario aumentar la producción de munición, pero no se ha hecho ningún esfuerzo para ello, y ahora hay una gran escasez de munición. Además, vemos que cada vez hay menos gente dispuesta a luchar: de la primera oleada de voluntarios, algunos han muerto, otros están heridos... Hace ya dos años que empezó la guerra y la gente se siente agotada, cansada. Esto también crea una situación de creciente tensión y falta de confianza mutua.
Una dinámica que también genera cierta discrepancia entre lo que indican las encuestas y la realidad: la gente sigue diciendo que está de acuerdo con el programa del gobierno, que apoya el esfuerzo bélico, que cree en la victoria y quiere restablecer las fronteras de 1991, pero no son tantos los que están dispuestos a alistarse en las filas del ejército. El gobierno intenta averiguar cómo actuar, pero aún no consigue ser lo bastante convincente. Digamos que tradicionalmente en Ucrania ha habido una falta de confianza entre los ciudadanos y las autoridades: simplificando mucho, se podría decir que había un acuerdo tácito según el cual los gobiernos estaban casi siempre deseosos de distanciarse de sus responsabilidades para con la población y, a la inversa, la población solía desinteresarse de lo que ocurría en la esfera política, a menos que se produjeran graves violaciones de los derechos, lo que cíclicamente desembocaba en protestas masivas (los diversos Maidanes o revoluciones), muy concurridas pero poco duraderas. Ahora las autoridades les piden que pongan su propia vida en peligro.
Es cierto que con el comienzo de la invasión se creó una fuerte cohesión y unidad en la población. Pero era una unidad basada principalmente en el instinto y la voluntad de sobrevivir. Incluso si eres una ONG o un activista político, el punto de partida es la supervivencia: por cualquiera de estas actividades en Rusia serías perseguido legalmente, no podrías existir. Así que muchos ciudadanos se autoorganizaron para protegerse cuando las tropas rusas bombardearon su ciudad y entraron en sus casas. En esas circunstancias, el destino de la gente corriente, por un lado, y el del gobierno y las élites, por otro, estaban entrelazados con el destino del país. Así que esta unidad que se creó con la invasión no giraba en torno a una determinada idea de nación o a un proyecto político definido, sino que simplemente se creó ante la necesidad de sobrevivir.
Cuanto más dura la guerra, más visible se hace esta dinámica: la gente que se ha alistado voluntariamente en el ejército critica cada vez con más fuerza al gobierno, a veces porque no entrega los suministros adecuadamente o porque a veces hay problemas con los pagos... Es decir, si te has alistado en el ejército es porque te importa tu vida y la supervivencia de tu círculo afectivo. Es realmente algo tan simple y básico. La gente no lo hace porque confíe en el gobierno, al contrario. Del otro lado, se puede ver la discrepancia entre la narrativa gubernamental, a menudo triunfalista, y lo que dicen los propios mandos militares o soldados: dicen que no es nada fácil derrotar a Rusia, que las tropas de Putin están aprendiendo de sus errores y haciéndose más fuertes. Así que hay un proceso por el que la gente está cada vez más desmoralizada y el gobierno debe encontrar la manera de responder a esta desmoralización y a estos temores, pero no es fácil. Una respuesta que las autoridades intentan aplicar es endurecer los criterios de reclutamiento y lanzar una nueva movilización, pero no son medidas que vayan a ser fácilmente aceptadas.
¿Ve usted un límite para las fuerzas de izquierda de la izquierda? ¿Hasta qué punto se puede apoyar una guerra que, en caso de reclutamiento con métodos muy coercitivos, es cada vez menos popular?
El problema es que en este momento es complicado apoyar otro tipo de resistencia que no sea la guerra. Más que nada, es realmente difícil ver alguna alternativa que sea aceptable para ambas partes. La primera cuestión fundamental por la que un acuerdo es básicamente imposible en este momento es la de la falta de garantías de seguridad: ¿qué puede garantizar a Ucrania que un alto el fuego no será simplemente una pausa que permita a Rusia continuar con las operaciones tiempo después? Ya que la idea de intentar conquistar un "corredor" en el Mar Negro desde Transnistria hasta Rusia aún perdura en las declaraciones y la retórica de las élites rusas. Además, de los discursos de Putin se desprende claramente que el presidente ruso no reconoce a Ucrania como sujeto autónomo, simplemente la ve como una herramienta en manos de gobiernos extranjeros y occidentales que la utilizan de forma conspirativa para separarla artificialmente de Rusia. Si el orador de estos argumentos es el presidente de la nación con la que supuestamente se va a llegar a un acuerdo, ¿cómo se puede confiar en él?
Este es, pues, el mayor obstáculo, que también afecta a la credibilidad general del gobierno ucraniano ante la población: ¿cómo puede confiar la población ucraniana en un acuerdo si no tiene garantías reales de que Rusia no lo vuelva a intentar dentro de poco, quizá con mayores capacidades militares y tras revisar su estrategia? No se trata de entrar en la OTAN ni nada parecido -hay muchas renuncias que Ucrania ya estaba dispuesta a hacer-, sino que es la ausencia de garantías el quid del problema. Sí, un alto el fuego es posible en algún momento, porque a Ucrania le resulta cada vez más difícil resistir. Pero no veo cómo ese alto el fuego será una situación duradera. Será simplemente una pausa, porque ninguna de las partes ha conseguido sus objetivos: la propia Rusia ha incorporado oficialmente territorios que no controla totalmente, de hecho los ha incluido como territorios rusos en la Constitución. ¿Cómo acabaría? Por otro lado, dejar esos territorios a Rusia implicaría cambiar también la Constitución de Ucrania... Y es difícil imaginar a todos los partidos ucranianos unidos en la aceptación de esta hipótesis en estos momentos, y tampoco es fácil imaginar a la población que podría apoyar una solución así, que además podría provocar una crisis de legitimidad política que beneficiaría casi con toda seguridad a las fuerzas de derechas (ya que no existe ningún movimiento obrero ni ninguna fuerza masiva de partidos de izquierdas).
¿El alto el fuego podría ser, sin embargo, una opción estratégica, para minimizar los daños y quizás considerar una mayor implicación de los países europeos en la defensa de Ucrania?
Mientras tanto, me pregunto e insisto: ¿serían capaces las autoridades rusas de aceptar un alto el fuego? Quiero decir que no es tan difícil empujar a las autoridades ucranianas a negociar. Ciertamente en este momento y en las condiciones actuales no quieren negociar, pero pueden ser empujadas tranquilamente por las circunstancias a hacerlo: basta pensar en una posible elección de Trump y la incertidumbre general que se derivaría. Desde este punto de vista, no parece tan imposible forzar al gobierno ucraniano a negociar. Pero insisto: ¿quién, por otro lado, podría obligar a Rusia a aceptar algún tipo de término de acuerdo que también fuera aceptable para Ucrania? El hecho de que quizá con una pausa Ucrania tenga la oportunidad de reorganizarse y reforzar su defensa no coincide con el objetivo ruso de la desmilitarización de Ucrania. Además, una negociación en Ucrania se ve con mucho recelo porque es muy fácil que se convierta en una oportunidad para que el mundo entero se lave por fin las manos de lo que está ocurriendo allí, y sin el apoyo internacional Ucrania desde luego no puede resistir el embate ruso.
Esta es la gran cuestión. Repito, un alto el fuego de facto es probable tarde o temprano. Por ejemplo, ahora empieza a ser de sentido común que este año será un año en el que Ucrania se centrará en la defensa y esto quizá haga que los combates sean menos intensos. Pero hay tantos factores que hacen que todo el proceso sea extremadamente impredecible. Incluso para el propio gobierno, negociar significa asumir un gran riesgo. No toda la población estaría dispuesta a aceptarlo y, de hecho, todo lo que Ucrania acepte en este momento sería considerado, con razón, por Rusia como una capitulación. Esto no quiere decir que la izquierda esté en contra de las negociaciones, ni mucho menos... Una de las esperanzas puestas en la contraofensiva era que, si tenía éxito, quizá empujaría a Rusia a negociar con Ucrania en una buena posición de fuerza, aunque hubiera sido algo temporal. Ahora, en cambio, Rusia tiene la voluntad de dictar sus condiciones desde una posición de relativa fuerza. En resumen, no hay nada que sepamos que indique que Rusia esté dispuesta a aceptar ciertas condiciones, sin las cuales es imposible pensar en un alto el fuego: a saber, que se siga garantizando el apoyo militar a Ucrania, que no se formalicen las anexiones territoriales y que la comunidad internacional tenga claro que ese alto el fuego podría no durar.
¿Cómo valora la evolución de las relaciones entre Ucrania y Europa, sobre todo teniendo en cuenta los acuerdos bilaterales que muchos gobiernos están firmando con Kíiv y el "fantasma" de la elección de Trump?
La ayuda militar es un apoyo necesario para Ucrania, incluso independientemente del resultado de la guerra, porque Rusia no se disolverá de todos modos. Aunque Rusia pierda la guerra, si no hay un cambio de régimen que lleve a Rusia a ser un país democrático o al menos constitucional, pervivirá internamente y en su cúpula una idea revanchista que hará posible otras iniciativas militares similares a la invasión de Ucrania.
Sobre esta cuestión, el sentido común de la izquierda suele utilizar los siguientes argumentos: en primer lugar, las armas son algo malo; no deben producirse y no pueden enviarse a países en guerra porque la guerra es en sí misma algo negativo; del mismo modo, se está en contra de los beneficios del complejo militar-industrial... Son argumentos muy a menudo abstractos y en mi opinión desconectados de la realidad, como lo es el argumento de que el suministro de armas prolongaría la guerra.
El hecho es que las armas no son una cuestión relacionada con la resolución del conflicto. La solución de la guerra es una cuestión política, y proporcionar armas no significa necesariamente apoyar políticamente una solución militar al conflicto. Las armas son simplemente necesarias para tener la capacidad de defenderse, en cualquier caso y sea cual sea la solución al conflicto: si las negociaciones fracasan o si algo cambia mientras se está negociando, esas armas son necesarias para poder defenderse de todos modos.
Hay muchas cosas que son realmente estrictamente necesarias para la supervivencia, como la defensa antiaérea: sabemos muy bien que Ucrania es objeto de ataques con misiles... Pero también se habla de trazar la línea roja en el suministro de aviones militares. Pero estos aviones no son necesarios para que Ucrania vaya a bombardear a Rusia, no sé, en algún lugar de los montes Urales... No, en primer lugar, no tenemos tantos aviones para llevar a cabo tales ataques y en cualquier caso su uso, como se entiende comúnmente (incluso por las naciones europeas) es defensivo: pueden participar en antiaéreos, etc. No creo que casi ninguna de las naciones que suministran aviones a Ucrania esté de acuerdo con su uso en medio del territorio ruso.
Por desgracia, aunque se trazara esta línea entre defensa y ataque, a menudo no está tan clara. Cualquier arma que se tenga se puede utilizar en defensa. Para mí, esto es muy importante que lo entienda la izquierda. Después de eso, sí, también hay un debate esbozado sobre la posibilidad de que la OTAN defienda los territorios ucranianos no ocupados (aunque hay varias ambigüedades sobre dónde está la línea entre territorios ocupados y no ocupados, pero aun así...) y relacionar esta posibilidad con la de las negociaciones con Rusia. Pero para Rusia, el mero hecho de que incluso una parte de Ucrania se uniera a la OTAN crearía una disonancia con sus intenciones declaradas, al menos a nivel propagandístico: porque la narrativa oficial desde el principio fue precisamente sobre la necesidad de expulsar completamente a la OTAN del territorio ucraniano... Así que, de nuevo, es difícil imaginarles aceptando un acuerdo así.
Quizá tenga más éxito un intento de forjar acuerdos bilaterales entre Ucrania y otras naciones europeas que se comprometan a defenderla fuera del paraguas de la OTAN. Esto parece más factible, pero sólo si es vinculante. De hecho, no olvidemos que las naciones que firmaron el Memorándum de Budapest y tenían la obligación legal, o al menos moral, de garantizar la seguridad territorial de Ucrania no se implicaron cuando comenzó la invasión. Ucrania renunció entonces a su arsenal nuclear. Si abandonas a Ucrania después de este gran riesgo que asumió, ¿qué clase de ejemplo das? ¿Cómo se puede apoyar entonces cualquier proceso de desarme nuclear?
¿Y fuera de los asuntos más estrictamente militares?
En muchos aspectos, la decisión de aceptar a Ucrania en la vía de la adhesión a la UE fue una decisión política. Es un camino muy largo y tengo claro que tiene que ser gradual: no se puede forzar la entrada de Ucrania en la UE sin ningún criterio, hay que cumplir ciertas condiciones y de momento el país no las cumple. El horizonte de la entrada en la UE es una palanca de presión que puede utilizarse para cambiar la situación actual en términos sociales: la propia Unión Europea es una organización de carácter neoliberal, aunque conserva algunos elementos de socialdemocracia en lo que se refiere a los derechos laborales en particular. Las garantías de los derechos laborales de la UE pueden ser ciertamente menos progresistas si se comparan con las de otros Estados miembros más avanzados, pero para Ucrania supondrían un paso adelante, si no en términos sustanciales al menos en cuanto a aumentar la legitimidad de ciertas propuestas políticas para la introducción de derechos sociales y laborales. Participar en los mecanismos de cohesión también podría ser muy útil, sobre todo en este momento en que existe ese temor generalizado de que los agricultores ucranianos se lleven todas las subvenciones. Ucrania es un país devastado, por lo que el apoyo de la UE sólo puede beneficiarle. Pero, por supuesto, se trata de un proceso gradual.
Al principio, la izquierda ucraniana no era tan "eurooptimista". Para mucha gente en Ucrania, el concepto de Europa no corresponde a la idea concreta de una organización interestatal con ciertos principios comunitarios, es más bien una especie de mitología. Un sueño en el que creer, quizá porque uno ha estado allí unas cuantas veces, tiene parientes allí, ha oído historias sobre ello. Incluso sólo con ir a Polonia se puede ver la diferencia en el desarrollo y si se tienen recuerdos de la época soviética se puede ver la diferencia. Es decir, si se viaja un poco por Europa del Este, es fácil ver cómo muchas cosas, desde la construcción hasta los servicios o incluso los pupitres escolares, están financiados por la UE. Así que está claro que se genera una impresión positiva de la UE y la gente tiene este horizonte, quiere este tipo de apoyo al desarrollo.
Pero, como ya he dicho, la izquierda siempre ha sido crítica en este punto. Tomemos también el Maidán. Básicamente empezó porque Yanukovich se negó a firmar un acuerdo de cooperación económica con la UE. No estamos hablando de una solicitud de adhesión a la UE, sino de un acuerdo puramente económico, por lo que para quienes seguían las noticias con asiduidad, el inicio de un ciclo de protestas teniendo como objeto un hecho tan marginal era realmente extraño. Pero incluso en esto había una responsabilidad gubernamental: el propio Yanukovich había invertido mucho en el acuerdo con la UE, en términos retóricos y propagandísticos. Era una forma de contraponerse a los "naranjas" que salieron victoriosos en 2004: en la práctica, Yanukovich quería hacer llegar el mensaje de que aquella clase política sólo estaba formada por "charlatanes" que no llevaban el resultado a casa, mientras que gente como Yanukovich era gente más concreta y práctica del este de Ucrania.
En resumen, ellos mismos contribuyeron a crear este "sueño" y a crear unas expectativas muy altas. Por lo tanto, el rechazo final sólo podía percibirse como una traición a la población. En cualquier caso, observando estos procesos un poco desde la distancia, no se entiende por qué hay que mirar con malos ojos la integración de Ucrania en la UE. En realidad, este "sueño" no tiene nada de malo. Entiendo que para gran parte de la izquierda europea esto suene controvertido, sobre todo porque a algunos les gustaría abandonar la UE. Pero, repito, se trata de una cuestión interna ucraniana: Ucrania quiere la integración, por lo que es legítimo exigir que se respete. Si realmente no se quiere apoyar activamente, al menos que no se reme (o vote) en contra.
¿Cómo ve, en cambio, un posible futuro en relación con el contexto postsoviético? ¿Cómo ve el legado de un pasado que, en cualquier caso, es común a naciones que ahora están en guerra, en el peor de los casos, o que en cualquier caso se distancian cada vez más?
Es una cuestión compleja. En primer lugar, a un nivel muy básico, cabe esperar algún tipo de relación civilizada y pacífica con estas naciones simplemente porque están allí. Está claro que hay una gran diferencia entre Rusia y Bielorrusia: esta última está atrapada en la visión de Lukashenko, pero no es un país con ambiciones de control sobre Ucrania. No es Rusia, y de hecho también diría que en Ucrania no hay un alto nivel de negatividad hacia los bielorrusos en comparación con los rusos. La herencia común soviética o postsoviética, por otro lado, creo que simplemente está desapareciendo, convirtiéndose cada vez más en algo del pasado. Las generaciones más jóvenes tienen cada vez menos vínculos emocionales con ese pasado porque, sencillamente, la Unión Soviética ya no existe.
En parte, también es un proceso relacionado con la lengua. El ruso como lengua común se está perdiendo. Tomemos como ejemplo la zona del Cáucaso: si vas a Georgia, ahora no todo el mundo habla ruso; en Azerbaiyán quizás más, pero no todo el mundo; y lo mismo en Armenia, las cosas están cambiando especialmente en relación con el descontento por la fuerte dependencia de Rusia. En resumen, está ocurriendo en todo el espacio postsoviético: la identidad soviética está desapareciendo. Quizás surja una identidad regional más basada en otros elementos de nuestra proximidad cultural, que quizás nos impulse a mantener más relaciones con naciones como la República Checa o Polonia. Para un ucraniano, viajar allí significa descubrir similitudes, quizá inesperadas, pero al mismo tiempo no parece normal sentirse asociado a nivel identitario. Pero las conexiones siempre serán más. Al fin y al cabo, somos países vecinos.
¿Y con Rusia?
Rusia es, en efecto, un caso especial, impregnado de sangre y traumas no resueltos. Conozco a mucha gente del resto del espacio postsoviético. Compartimos muchas cosas precisamente por el pasado soviético común y por el hecho de que existe una memoria traumática común, de facto, vinculada al imperio ruso que une las perspectivas de los pueblos anexionados a la Unión Soviética. Incluso ahora que Rusia intenta proyectar su poder en su vecino extranjero, es evidente que se extiende aún más un sentimiento antirruso, por muy desenfocado que esté políticamente. Pero, en definitiva, es como si todos los pueblos ex soviéticos tuvieran ahora mismo el mismo problema.
Así que hay gente que no habla ruso con los rusos, sino que habla ruso como lengua común entre los no rusos. Cuando recogíamos firmas en la Asamblea Parlamentaria del Consejo Europeo, había miembros de los países bálticos que hablaban ruso porque conocen el idioma. Tal vez no quieran hablar con el gobierno ruso, pero por lo demás utilizan el idioma. ¿Dónde está el problema? En muchos aspectos, la lengua es sólo un medio. Digamos que existe una unión entre países que comparten temores y problemas similares y que intentan cooperar entre sí. Pero no sé cómo puede traducirse esto en una infraestructura común para todo el espacio postsoviético. Sí, tal vez entre las naciones europeas ya existan intercambios a nivel juvenil, programas comunes, y muchas de estas naciones quieren entrar en la Unión Europea y, por tanto, están realmente obligadas a cooperar.
En cuanto a Rusia, es difícil. Digamos que me gustaría ver una Rusia centrada en sí misma. No sé si tendrá un futuro descolonizado, federalizado o algo así. Pero la premisa es que pueda centrarse en sí misma. Si dejamos de lado Moscú, San Petersburgo y otras ciudades, el resto del país está realmente subdesarrollado y a nadie le importa. Por eso también fue posible que las élites rusas encontraran tanta gente para alistarse. Bastaba con prometer cifras que muchas de estas personas no han visto en su vida. Y cuando ves que para las familias sacrificar a uno de sus parientes se convierte en un cálculo económicamente sensato sientes horror, pero al mismo tiempo te muestra bien cuál es el estado de cosas en Rusia. El país está tan centrado en llevar a cabo un programa de expansión territorial, que no presta atención a las condiciones internas. Si tienen éxito en esta expansión, quizás sigan siendo una nación intacta, si no, se dividirán. Pero en cualquier caso es una cuestión que deben decidir los ciudadanos de Rusia.
Yo añadiría que si Rusia quisiera seguir existiendo en forma de federación, la sociedad tendría que trabajar realmente en su chovinismo, que es extremadamente visible por parte de los demás pueblos eslavos. Conozco a personas que están muy vinculadas a la cultura rusa, porque es la forma en que crecieron, y luego quizás van a Rusia y son discriminadas, simplemente porque tienen un aspecto diferente. Hay tantos prejuicios en este "complejo de superioridad" de la población rusa que se hace realmente difícil imaginar una existencia pacífica de Rusia en las condiciones en que se encuentra ahora.
Se empezó a hablar con más insistencia del chovinismo ruso, especialmente tras la invasión a gran escala. ¿Cree que es una característica que se ha hecho más visible con el tiempo incluso para los propios ucranianos?
En cierto modo siempre estuvo claro, pero antes de la invasión el chovinismo ruso no estaba en el centro de mis preocupaciones. Quiero decir, hay muchas cosas de las que preocuparse incluso ahora: pienso en Turquía, que a veces parece ser el mejor amigo de Ucrania y a veces su peor enemigo. Pero en Rusia existe este "complejo mesiánico" por el que a menudo las élites y la gente corriente sienten que tienen que ser responsables del destino de otras naciones. Una especie de paternalismo que no atribuye subjetividad alguna a otros pueblos, porque sólo ellos saben lo que es mejor para los demás. Realmente existe esta idea detrás de la invasión: la creencia de que están haciendo algo bueno por Ucrania, que se considera una nación con muchos problemas que pueden resolverse con una ocupación.
De hecho, incluso el nacimiento de la Unión Soviética estuvo marcado por una guerra civil, en gran parte interna de las fuerzas de izquierda. ¿Cómo debe contemplarse este complejo legado desde su punto de vista?
No soy historiador, pero puedo dar mi punto de vista. Mi impresión es que una buena parte de la izquierda internacional sólo "descubrió" Ucrania con la invasión rusa y esto condujo claramente a reabrir también un debate histórico más amplio. Sí, lo que dices es cierto: en la época del nacimiento de la Unión Soviética hubo una guerra civil y había diferentes ideas y diferentes partidos en la izquierda, no sólo el partido bolchevique. Al final, sólo hubo un partido que ganó e impuso su voluntad a los demás: mucha gente emigró o fue encarcelada o asesinada. E incluso dentro de los propios bolcheviques había distintas facciones, como los nacional-comunistas, que quizá también influyeron en la visión leninista que, al menos a nivel formal, denunciaba el chovinismo ruso.
La izquierda ucraniana también prestó poca atención a estos procesos a lo largo del tiempo, principalmente porque durante la Unión Soviética se había creado un espacio cultural común. Y esto influyó entonces en una parte de la izquierda postsoviética que siempre se percibió a sí misma como fuertemente conectada a Rusia y se volvió cada vez más social-conservadora. La izquierda ucraniana, la nueva izquierda, buscaba algo diferente. Porque intentaban tener más en cuenta los sentimientos comunes de la población y no todo el mundo es nacionalista y al mismo tiempo no todo el mundo, especialmente fuera de las zonas industriales del este, se asocia con Rusia, al contrario.
En cualquier caso, respecto a cómo hay que relacionarse con el pasado, mi postura es de sentido común. No me encuentro demasiado en los discursos que apelan a la "descolonización", porque es un concepto que no retrata bien la situación en Ucrania, que es mucho más compleja. Es un concepto que si se toma radicalmente se centra demasiado en el elemento étnico, que no es ni el único ni el más importante. Sobre todo si eres de izquierdas. No, hay que tener un concepto más cívico: somos una sociedad cívica, vivimos en Ucrania y Ucrania es una nación multiétnica, especialmente en la región del Donbás, de donde yo procedo. Está claro que muchos de los que quizá utilizaban el ruso en su vida cotidiana han dejado de hacerlo porque la invasión fue un acontecimiento traumático (y sobre todo se basaba en la idea de que Rusia invadía para proteger a los rusoparlantes), pero eso no significa que los que siguen hablando ruso o son rusos y viven en Ucrania sean prorrusos. Y para algunas de estas personas, la lengua rusa es importante, incluso en su vida privada. Así que nos oponemos a cualquier prohibición, sería chovinismo lingüístico. Por supuesto, el ucraniano es la lengua común y debemos reconocer que la cultura ucraniana ha sido a menudo subyugada y necesita reinventarse. Pero esto no significa que debamos reprimir a las personas que hablan otra lengua. Todos deben tener ciudadanía y ser aceptados.
¿Cuál es su idea de una Ucrania libre después de la guerra? ¿Por qué cosas debería luchar la izquierda?
Es una situación muy extraña porque, por un lado, están los hechos, los acontecimientos que están sucediendo, pero la forma en que los individuos, y el gobierno y diversos grupos los interpretan ya es otra cosa. Así que el futuro por el que lucha la gente constituye una pluralidad de señales y direcciones. La retórica gubernamental se instala en un marco discursivo que ve la civilización euroatlántica frente a la barbarie rusa, una retórica que querría situar a Ucrania en un plano similar al de Israel que, de hecho, con su actitud agresiva-securitaria, se parece más a Rusia en el contexto de Oriente Próximo. Pero como Israel se asocia a la civilización europea atlántica, en cierto modo somos aliados. Esto es grotesco y no describe muy bien la situación. Puede ser algo halagador para los aliados, pero es hipócrita. Nuestra nación y las naciones aliadas tienen intereses diferentes.
Sin embargo, desde una perspectiva de izquierdas, valdría la pena señalar que Ucrania tiene más puntos de contacto con las naciones del "sur global". En muchos aspectos, realmente se encuentra mucho más en común con la gente del sur global que con los europeos. Hay una especie de discordia: quizás a nivel ideológico haya más puntos en común con la gente de Europa, pero a nivel concreto hay más en común con las naciones del sur global. En efecto, se trata de una situación compleja: la retórica gubernamental nos distancia y aleja de países que se encuentran en situaciones muy similares a las nuestras. Y esto impide posibles alianzas y colaboraciones. Es una retórica realmente simplista y reduccionista, que no soporto. Hay algunos políticos liberales en Ucrania que incluso ven a la UE como si fuera la Unión Soviética, en el sentido de que temen que interfiera demasiado en el mercado con sus normas. Son la parte más radical del elemento liberalista y realmente dicen estas cosas. Cuando los oigo, me dan ganas de entrar en la UE, porque si llegaran a gobernar, al menos podrían apelar a algún tipo de protección social.
Los nacionalistas y la extrema derecha también son un poco escépticos respecto a la UE porque ven en ella la continuación de una lucha milenaria por distanciarse de Rusia, con la que siempre hemos estado en guerra. Y son muy conservadores. Así que para ellos esta idea de una unión de tantos Estados ya es sospechosa debido a la migración, la mezcla, etc. Entonces los valores liberales de la UE son humo y espejos. Y por eso también querer entrar en la UE para la izquierda tiene mucho sentido, porque puedes perseguir tus ideas con más legitimidad. Quiero decir, al menos a nivel discursivo puedes decir que hay que respetar los derechos humanos, los derechos sociales, etc.
Lo que me parece importante es continuar el diálogo y construir alianzas prácticas sin dejarse guiar por sus respectivas ideologías y la forma en que están socializados dentro de sus respectivos círculos de izquierda. Se puede estar en contra de la guerra, se puede estar en contra de la Unión Europea, pero al mismo tiempo entender que para una izquierda que quiere asumir la situación sobre el terreno hay cosas que son claramente preferibles a otras.
Para los trabajadores ucranianos es mejor tener armas con las que defenderse, es mejor estar dentro del discurso europeo porque eso al menos crea más legitimidad formal a la hora de exigir ciertos derechos. Somos pequeños, no sabemos hasta qué nivel seremos capaces de llevar nuestras batallas, pero esto depende de hasta qué punto la izquierda será capaz de unirse y orientar sus acciones de forma pragmática con respecto a las necesidades de cada uno. En Rusia no hay libertad de expresión, ni libertad de asociación: no se puede hacer nada de izquierdas. Tampoco es la Unión Soviética, donde al menos se podía tener un nivel de vida decente gracias a las subvenciones y al sistema de bienestar. No, aparte de unas pocas ciudades, la vida en Rusia es un asco. Y ese podría ser el futuro de Ucrania. No es que seamos eurooptimistas o otanoptimistas, es que buscamos la mejor opción entre las existentes. Y para ello necesitamos apoyo, respaldo, comprensión.
Traducido por Alfons Bech
Publicado orginalmente el 13 de marzo de 2024