Hanna Perekhoda, Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
El 21 de febrero de 2022, Vladimir Putin pronunciaba un largo discurso cuyo objetivo era justificar la invasión de Ucrania anunciada tres días más tarde. No fue una sorpresa que entre los pretextos para intentar justificar la ocupación militar del vecino país, por otra parte, colonia secular del imperio ruso e independiente solo desde hace 30 años, Putin invocara la expansión al Este de la OTAN.
Sin embargo, no era la arquitectura europea de seguridad de posguerra fría lo que estaba en el centro de sus declaraciones. Para el presidente ruso, lo que está en juego en esta guerra es algo más fundamental. Se trata de nada menos que de restaurar su dominación histórica sobre Ucrania, una región sin la que Rusia jamás se habría convertido en una gran potencia y dejaría de ser un Estado imperial que se extiende sobre Europa y Asia[1]..
En el mundo de Putin, el Estado ucraniano es una invención ilegítima y la identidad distinta de las y los ucranianos no es otra cosa que producto de una manipulación histórica. Una vez más, planteaba su idea expresada ya hacía mucho tiempo: los eslavos del este -rusos, ucranianos y bielorrusos- constituyen un único y mismo pueblo y comparten no solo los mismos orígenes, sino también un destino político común. El largo artículo firmado por Putin, enteramente consagrado a este asunto y titulado “Sobre la unidad histórica de los rusos y los ucranianos” [2], fue publicado en julio de 2021. Ya en diciembre de 1999, dos días antes de que Boris Yeltsin hubiera declarado que abandonaba su puesto de presidente, la página oficial del gobierno ruso ponía en línea un documento titulado “Rusia en el cambio de milenio” [3]. La idea central de este texto era que a lo largo de toda su historia Rusia sólo había perdido su estatus de gran potencia cuando su pueblo había estado dividido. Por tanto, el nuevo presidente del país tenía el deber de restaurar la unidad del pueblo y la grandeza de Rusia. Con la firma de Vladimir Putin este texto-programa no era otra cosa que el enunciado de su “misión histórica”.
Las ideas de Putin no tienen nada de particularmente nuevo. Se inscriben en el marco del relato nacional gran ruso tal como se construyó durante los siglos XVIII y XIX[4]. A fin de comprender la guerra que Putin lleva a cabo hoy contra Ucrania y su pueblo hay que echar una mirada atenta a los orígenes de su justificación ideológica y, ante todo, al lugar central de Ucrania en el proyecto imperial y nacional ruso.
En los orígenes de la ideología neoimperial de PutinLa concepción dominante de la nación rusa se formó a lo largo del agudo conflicto con los polacos que vieron como, a finales del siglo XVIII, su Estado se dividía entre el reino de Prusia, el imperio de Austria y Rusi . Las olas de anexión sucesivas conocidas con el nombre de los tres repartos de Polonia, vieron las tierras polacas habitadas por poblaciones ortodoxas (la actual Bielorrusia y una parte de Ucrania moderna) pasar a estar bajo el control del imperio zarista[5]. Por tanto, es ante todo la necesidad de integrar estos territorios conquistados lo que dio nacimiento al concepto de la nación rusa trinitaria (la gran nación rusa o la nación panrusa) que unía a la Gran Rusia (los rusos), la Pequeña Rusia (los ucranianos) y la Rusia blanca (los bielorrusos). Uno de los objetivos de las élites imperiales consistía en dotarse de una nacionalidad dominante en el seno del imperio, que se había vuelto muy amplio, dado que la legitimidad de los Estados modernos se fundaba cada vez más en la lealtad nacional y no ya dinástica[6]. La nación panrusa permitiría constituir un bloque mayoritario capaz de ejercer más fácilmente su dominación sobre los demás pueblos, en particular sobre los no ortodoxos y los no eslavos convertidos en mayoritarios en el seno del imperio tras su expansión al Este y al Sur. Se convertía así en la base indispensable para el refuerzo de las relaciones de lealtad del pueblo hacia su zar. La asimilación de los pequeños rusos (ucranianos), era pues la piedra angular del proyecto de la nación rusa en construcción. Debido a ello, la afirmación de una identidad ucraniana distinta era percibida como una amenaza existencial por los promotores de este proyecto de construcción nacional rusa. Por tanto, poner trabas al desarrollo de la lengua y de la cultura ucraniana no tenía como único objetivo mantener la estabilidad del espacio imperial, sino defender la unidad misma del pueblo ruso como tal[7].
A diferencia de la población judía o musulmana de Asia central y del Cáucaso, que eran designados como inorodtsy (que significa literalmente “de una raza o de una tribu diferente”), la población ucraniana no estaba afectada por discriminaciones explícitas, precisamente porque se negaba su propia existencia. Puesto que era considerada como rusa, veía que se le negaba cualquier derecho a una existencia propia, ya fuera en el terreno cultural, económico o político. La Rusia zarista era, por tanto, un imperio colonial que había conquistado y dominado numerosos pueblos pero que con respecto a las y los ucranianos su dominación residía esencialmente en un amplio proyecto de asimilación[8].
Durante el siglo XIX, las manifestaciones de la identidad lingüística y cultural ucraniana suscitaron cada vez medidas más represivas por parte del Estado zarista. Las y los intelectuales que defendían la idea de una nación ucraniana distinta eran detenidos, encarcelados y deportados. Este fue el caso en particular del célebre poeta Taras Chevtchenko, considerado como el fundador de la literatura ucraniana moderna. Nacido siervo y convertido en pintor, fue deportado a Asia central por haberse sumado a una organización clandestina que defendía la abolición de la servidumbre y la transformación de Rusia en un Estado democrático y federal[9]. El levantamiento polaco de 1863 llevó al poder ruso a reforzar aún más las medidas represivas en contra de la población ucraniana. El mismo año, el ministro del interior imponía una circular secreta prohibiendo la publicación y la enseñanza en lengua ucraniana, introduciendo así una política estricta de rusificación[10]. En efecto, las élites rusas pretendían que las y los nacionalistas polacos intentaban promover deliberadamente el particularismo ucraniano con el único objetivo de debilitar al poder Imperial. En realidad, las ucranianas y ucranianos ilustrados no tenían ninguna necesidad de una conspiración polaca para desarrollar nuevas ideas sobre la emancipación social y nacional. Debido a sus lazos con Europa y la memoria aun viva de la autonomía cosaca ucraniana de los siglos XVII y XVIII[11], conceptualizaban su etnia como una nación con todas las pretensiones al reconocimiento cultural, el derecho a un territorio y, más tarde, incluso a un Estado independiente.
Para el historiador y politólogo estadounidense Ronald Grigor Suny, un imperio es un Estado heteróclito en el que la metrópoli domina a la periferia a costa de esta última. Más en concreto, se trata de una forma particular de dominación o de control entre dos unidades que mantienen una relación jerárquica y desigual[12]. Más allá de la desigualdad entre el centro y la periferia y de la dominación del primero sobre la segunda, la relación entre la metrópoli y la periferia también debe basarse en una cierta diferenciación de orden cultural, ético, geográfico y/o administrativo. Si la periferia está plenamente integrada en la metrópoli y tratada de la misma manera que las provincias metropolitanas, entonces la relaciones entre ellas no son ya relaciones imperiales. Dicho de otra manera, si las autoridades centrales llegan a hacer aceptar en todas partes su legitimidad, entonces se trata de un Estado-nación. En cambio, si la población de la periferia se resiste a esa autoridad o la rechaza, entonces nos encontramos ante a un imperio[13]
Siendo la Rusia del siglo XIX un un vasto imperio multiétnico, se lanzó a la construcción de una nación formadora para su Estado, que incluiría a la población rusa, ucraniana y la bielorrusa, que debía al fin permitirle reinar tranquilamente en sus vastas extensiones. Sin embargo, las élites zaristas que extraían su riqueza de la explotación extensiva de los recursos naturales que se encuentran abundantemente en los inmensos territorios del Imperio, estaban en realidad muy poco dispuestas a invertir en la modernización de su vasto país. Las infraestructuras necesarias para la emergencia de una identidad nacional común, como ciudades y comunicaciones, sistema de educación de masas, control administrativo y burocrático, permanecían subdesarrolladas en gran medida. Se prefería pensar que el pasado medieval común, el parentesco cultural y la fe ortodoxa eran factores suficientes en sí mismos para que la unidad entre la población rusa, la ucraniana y la bielorusia se forjara de forma espontánea y natural. No sorprende que un proyecto de construcción nacional como el descrito solo pudiera ser un fracaso. A fin de compensar la falta de implicación proactiva en la construcción de la nación rusa trinitaria, las autoridades zaristas recurrieron a la represión bruta que debía ahogar cualquier potencial de desarrollo político distinto de la población ucraniana. La predación y la deserción de las élites y, por consiguiente, el subdesarrollo administrativo, económico y cultural crónico serán un obstáculo a toda tentativa de Rusia de integrar a las periferias y de asimilar a los pueblos, impidiéndole, así, convertirse en una potencia a la altura del modelo europeo de Estado-nación al que aspiraban las élites rusas.
En suma, la doctrina de Putin, según la cual las y los ucranianos y rusos, así como las y los bielorrusos, serían “un único y mismo pueblo” resulta de la larga historia de una idea profundamente anclada en la memoria política de la Rusia Imperial. Las élites zaristas estimaban que las potencias rivales alimentaban el sentimiento nacional ucraniano para debilitar a Rusia. Dos siglos después, Putin expresa las mismas obsesiones, que modelan tanto su discurso como su acción política.
¿Inventó Lenin Ucrania?El 17 de abril de 2014, tras la anexión de Crimea por Rusia y en vísperas del desencadenamiento de la guerra en el este de Ucrania, Vladimir Putin afirmaba que “Jarkov, Luhansk, Donetsk, Jersón, Nikolaiev y Odessa no formaban parte de Ucrania en la época zarista. Fueron cedidas a Ucrania en los años 1920"[14]". En sus declaraciones públicas, Putin no deja pasar ninguna ocasión para designar al responsable de esta fechoría. Sería Lenin por iniciativa propia quien habría entregado a Ucrania regiones consideradas por Putin como históricamente rusas[15]. Más recientemente, en su discurso consagrado al lanzamiento de " la operación militar especial " en Ucrania[16], el presidente ruso ha llegado a decir que este Estado fue "enteramente creado por Rusia, más precisamente por la Rusia bolchevique y comunista". Ucrania sería así una pura invención de Lenin, su principal "autor y arquitecto". Por eso mismo, Putin se subleva contra el concepto de la Unión Soviética como Estado federativo. Afirma que la creación de repúblicas soviéticas formalmente independientes no era más que un “fantasma odioso, utópico, inspirado por la revolución y absolutamente destructor para todo país normal". Si se cree a Putin, "desde el punto de vista del destino histórico de Rusia y de sus pueblos, los principios leninistas de la construcción del Estado no solo se han demostrado como un error, sino como bastante peor que un error ". Habrían hecho posible "la peor catástrofe del siglo XX"[17], es decir, "el hundimiento de la Rusia histórica que llevaba el nombre de URSS” [18].
Este largo discurso de Vladimir Putin nos permite comprender mejor los fundamentos ideológicos de su decisión de invadir Ucrania. Para ciertos observadores occidentales era difícil abandonar la visión según la cual Putin era un político pragmático cuya racionalidad debía siempre ser buscada del lado de los beneficios políticos o económicos. Sin embargo, ¿hay que percibir su digresión histórica únicamente como una manipulación discursiva destinada a disimular las verdaderas motivaciones del presidente estratega? ¿Sería completamente incongruente admitir que, para este apasionado de la historia[19], la voluntad de llevar a cabo su misión histórica, podría ser una de las razones determinantes para emprender tal guerra?
Por supuesto, esto no implica que el expansionismo de Putin no responda a fundamentos materiales. A fin de cuentas, toda guerra se lleva a cabo por el reparto de los recursos y del poder. Sin embargo, conviene evitar todo planteamiento economicista reductor, tendente a ver en esta guerra únicamente una lucha por el control de los recursos y de los mercados. Las ideas expresadas por Putin para justificar la invasión de Ucrania no sirven para disimular sus verdaderosintereses.
Deformadas a través del prisma de los esquemas pseudo históricos, son la expresión misma de sus intereses. Los jefes de Estado, incluso cuando están aislados y confinados, no viven al margen de los grandes relatos de sus sociedades. Ahora bien, el gran relato histórico dominante en Rusia es profundamente colonialista. En la base, no solo del imaginario popular de los rusos, sino también de los discursos, oficiales y académicos, este relato es sostenido por numerosos historiadores y escritores respetables, mientras que la sociedad rusa no ha emprendido nunca de forma real una reflexión autocrítica sobre su pasado.
Calificado de "excepcionalismo híbrido" por Kevork Oskanian[20], el discurso que parece determinar hoy la política exterior de Rusia está construido alrededor de una idea de supremacía civilizadora rusa que justificaría el sometimiento y el control de los pueblos subalternos, tanto occidentales como orientales. Sin embargo, no debe ser considerada como una rareza accidental, resultante únicamente de las inclinaciones ideológicas personales de Putin. Al contrario, está enraizada en la práctica de sus Estados predecesores, tanto en el seno de la Rusia zarista como de la Unión Soviética. A primera vista, reivindicar una continuidad entre entidades tan distintas puede parecer tener que ver con un determinismo excesivo, del que habría que desconfiar. Pero para Oskanian, a pesar de todas las divergencias de estas encarnaciones del Estado ruso, su excepcionalismo híbrido parece ser una constante histórica. Las élites zaristas, soviéticas y postsoviéticas, por muy diferentes que fueran, mantenían (o intentaban mantener) el posicionamiento difícil de sus Estados entre el Este y el Oeste y perpetuaban una dominación jerárquica sobre la masa continental euroasiática, recurriendo a los diversos modelos de proyectos civilizadores (cristiandad ortodoxa, marxismo-leninismo, valores tradicionales). En este sentido, el expansionismo de Putin, no sería más que "una puesta al día del excepcionalismo híbrido adoptado en la era postsoviética”, "una vuelta a lo que había sido considerado como una normalidad durante la mayor parte de la historia rusa tras un periodo de confusión y de tergiversaciones de los años 1990” [21].
Manifiestamente, ni su imaginario colonial ni su convicción, derivada de él, según la cual Ucrania “ni siquiera es un Estado ", han permitido a Putin evaluar correctamente la realidad del terreno en vísperas de la invasión. Hay que admitir que el fantasma inherente al poder colonial, según el cual los pueblos que pretende mantener (o traer de nuevo) bajo su tutela, son por naturaleza débiles o inferiores[22], ha cegado a Putin y a sus fieles más allá de lo que era previsible. Sin duda, su decisión tiene una componente altamente ideológica, pero también está claro que Putin, un autócrata envejecido y aislado, se ha rodeado de consejeros que no se distinguen por su profesionalismo, sino por su lealtad, aportando únicamente la información que su jefe quiere oír. En estas condiciones, se lanzó a una invasión de gran envergadura, con fuerzas armadas insuficientes y poco preparadas, llevando a su país a una catástrofe.
1917-1922: los bolcheviques y la inevitable descolonización[23]
"¿No se ha demostrado que el Dombás es históricamente una región más bien rusa que ucraniana?" Esta es una pregunta que las y los investigadores oían a menudo en 2014, cuando Rusia orquestaba una guerra, de baja intensidad, en el Este de Ucrania. Si hoy se oyen menos voces a escala internacional para poner abiertamente en cuestión el derecho de Ucrania a existir, aún es muy normal oír que el territorio ucraniano es una creación reciente, un poco artificial y, por consiguiente, frágil. ¿No está constituido de regiones heterogéneas, entre ellas el Este y el Sur mayoritariamente rusófonas? A fin de deconstruir algunas ideas recibidas, vamos a dirigir nuestra mirada hacia una época decisiva para comprender la historia de la territorialización del Estado ucraniano, a saber, el periodo revolucionario de 1917 a 1922. El proceso de territorialización[24], en otros términos, de apropiación simbólica del espacio por una comunidad, es crucial para comprender cómo Ucrania ha pasado del estatus de espacio al de territorio.
Las provincias ucranianas del Imperio zarista se distinguían ante todo por su potencial económico. La economía de esta región estaba principalmente orientada hacia la exportación de productos agrícolas y de materias primas. Sus tierras fértiles eran, en efecto, propicias al cultivo del trigo, mientras que las tierras agrícolas de Rusia central eran particularmente pobres. Al Este, el Dombás, con sus reservas de carbón, se había convertido en una de las principales bases industriales del Imperio. En el Sur, sus grandes puertos sobre el mar de Azov y sobre el Mar Negro tenían una importancia particular para el comercio. Sus cualidades naturales también hacían del control político y económico de este espacio una condición sine qua non de la potencia económica del imperio.
Las provincias que iban a constituir la futura Ucrania no tenían estatus especial en el Imperio zarista. En el siglo XIX este territorio estaba dividido en tres gobiernos generales que reagrupaban varias provincias: el gobierno general de Kyiv, noroeste de la Ucrania actual, el de la Pequeña Rusia, noreste y el de la Nueva Rusia y Besarabia, Este y Sur. Tras la liquidación gradual de estas antiguas entidades administrativas permaneció de facto la subdivisión en tres regiones. La persistencia de estas estructuras imperiales será entre otros un factor determinante de la geografía mental[25] de los actores políticos implicados en la territorialización del país.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, los trabajos etnográficos y lingüísticos, los estudios del folklore y las obras literarias contribuyeron a inscribir a Ucrania en la geografía mental de la población pequeño-rusa instruida. Su interés por la cultura popular corresponde a la primera etapa romántica del movimiento nacional y, en este sentido, apenas difiere de los fenómenos semejantes que se desarrollan en las demás sociedades europeas de la misma época. Bastante rápidamente los círculos instruidos que operan en la clandestinidad comienzan a darle un contenido político y a formar organizaciones que hablan en el nombre de su pueblo: comenzando por la Fraternidad de los Santos Cirilo y Metodio, creada en 1845 y que exigía la transformación del Imperio en una Federación democrática de pueblos eslavos, hasta el partido obrero socialdemócrata ucraniano, una organización política de masas fundada en 1905. La revolución de febrero de 1917 acelera estos procesos ya emprendidos hacía decenios. En el contexto de la desintegración del Imperio y del empuje de las autonomías en las regiones no rusas, la transición del espacio (la Ucrania etnocultural) al territorio (la Ucrania política) se convierte en un asunto destacado que abarcó a una multiplicidad de fuerzas políticas implicadas en una lucha por el poder[26].
Toda expresión del movimiento nacional ucraniano era severamente reprimida por el Imperio zarista. Pero a partir de que la revolución hubiera levantado un cierto número de obstáculos objetivos[27], la politización de la esfera pública y, por tanto, el despertar nacional tuvo rápidamente su auge. En marzo de 1917, alrededor de 100.000 personas se manifestaban en Kyiv para demandar una amplia autonomía para Ucrania. La Rada central, asamblea que reunía a diferentes partidos políticos ucranianos y que estaba dominada por socialdemócratas y socialistas revolucionarios, tomó entonces la iniciativa de defender y proclamar esta reivindicación ante el gobierno provisional ruso. Pero ¿cómo definir las fronteras de la autonomía ucraniana? Trazar los límites de un nuevo territorio autónomo en el seno de un imperio anteriormente centralizado no era una cosa fácil.
El único censo de 1897 no contenía ningún dato sobre la pertenencia étnica de los habitantes del Imperio[28]. Por consiguiente, según los científicos y expertos miembros de la Rada, debían ser consideradas como ucranianas todas las personas que habían indicado la pequeña rusa (ucraniano) como su lengua materna; así, Ucrania debería incluir territorios en los que esta población era mayoritaria. Tal forma de definir el espacio político era bastante lógica: para un país cuyas tierras habían estado desde hacía mucho tiempo sometidas a la potencia imperial que negaba la subjetividad histórica y cultural de sus habitantes y que estructuraba los circuitos económicos según las necesidades de la metrópoli, los criterios discutibles de legitimidad histórica o de racionalidad económica podían difícilmente servir de argumentos sólidos en favor de la autonomía. En función de estos datos, la Rada central estableció una lista de provincias que debían ser consideradas como ucranianas. Se encontraban en ella las de Kyiv, Volhynia, Podolia, Poltava, y Tchernihiv, así como las provincias orientales y mericionales de Jarkiv, Katerynoslav, Jersón y Taurida. Aunque en estas regiones se hablara ruso en las grandes ciudades, centros de dominación colonial, la población autóctona del campo se expresaba en todas partes mayoritariamente en ucraniano.
La autonomía de Ucrania y su futuro territorio eran apenas una prioridad para los militantes del Partido bolchevique. Uno de sus miembros dirá a posteriori que estaban "extremadamente poco preparados para comprender la idea de la unidad de Ucrania” [29] y no se planteaban preguntas sobre eventuales fronteras. De hecho, los espacios geográficos en los que concentraban sus actividades dependían ante todo de las redes formadas por los soviets obreros. En el territorio de la futura Ucrania había tres de ellos en 1917: uno centrado en Kyiv, el otro en Odessa y el tercero, en la región industrial de Donets-Kryvyi Rih[30]. Esta división coincidía en gran medida con el mapa administrativo de la época zarista en el que se encontraban estas tres regiones. Las ramas regionales del partido bolchevique se constituyeron, pues, según las mismas divisiones territoriales y sus militantes se organizaron en el marco de estas tres zonas. Sin embargo, la geografía mental de los miembros del partido obrero socialdemócrata de Rusia estaba entonces moldeada no solo por la herencia del pasado, sino también por su visión de futuro. Siendo la revolución mundial su objetivo último, su horizonte de expectativa político era europeo, incluso asiático, más que nacional.
A diferencia de lo que ocurrió en Petrogrado, en Kyiv no fueron los bolcheviques quienes tomaron el control de los centros de decisión, sino que fue la Rada central la que proclamó la República popular ucraniana. Ucrania se impuso así como un espacio político singular. A partir de ahí toda fuerza que reivindicase el poder sobre este territorio se veía obligada a posicionarse en relación a este nuevo contexto. Sin embargo, la y los bolcheviques de Kyiv no comprendieron este cambio fundamental de paradigma operado en el espacio de algunos meses. En el momento mismo en que la Rada celebra su victoria sobre el terreno, Ievguenia Bosch, una influyente militante bolchevique, declara que la idea nacional no era popular entre la población ucraniana, pues "antes de la caída del zarismo, prácticamente no se manifestó jamás"[31]. Para ella está "claramente fuera de cuestión hablar de cualquier tipo de Ucrania", pues " no es más que una invención nacionalista"[32]. En realidad, no solo la y los socialdemócratas, sino todo el medio urbano ruso y rusificado, portador de una cultura imperial, fue cogida de imprevisto por la amplitud y la rapidez del despertar político de las y los ucranianos, cuyas aspiraciones habían sido hasta entonces desconocidas y despreciadas. A propósito de esto, Bosch escribirá algunos años más tarde: "cuando la cuestión de la autodeterminación de Ucrania fue planteada en la práctica", la organización se quedó “sin ningún programa real"[33]. Efectivamente, en noviembre de 1917, las y los miembros del partido bolchevique se encontraron superados por acontecimientos para los cuales no estaban preparados. Esta nueva realidad le confrontó a una contradicción evidente entre sus ambiciones políticas globales y las dificultades muy concretas y localizadas a las que se enfrentaba la revolución, ligadas en particular a los asuntos coloniales de un Imperio en descomposición. Felizmente para ellos y ellas, hubo militantes que se dieron cuenta de que sus esquemas teóricos, a menudo con poca relación con la realidad concreta, no permitían ya aportar respuestas adecuadas a los desafíos del momento. Las y los bolcheviques de las ciudades provinciales ucranianas de Poltava y Tchernihiv fueron los primeros en incitar a sus camaradas a cambiar de tono. La población ucraniana se constituyó en sujeto político activo. Por tanto, en adelante había que dirigirse a ella.
A fin de "arrancar" a la población ucraniana "de las garras de las Rada central"[34], el comité de Kyiv comenzó a expresarse en ucraniano. La militancia se dió cuenta a partir de entonces de que su desconocimiento de esta lengua "da ciertamente una mala impresión" y les impide entrar en contacto "con las masas"[35]. Así pues, crearon una nueva estructura organizativa que reunía a las y los militantes y los soviets del Sur, del Este y del Norte de Ucrania. Esta voluntad de unirse en los límites territoriales de la autonomía ucraniana marca un primer paso para contrarrestar el proyecto político de la Rada e instaurar el poder soviético en la región. El congreso de Jarkov, al que se unen los bolcheviques de Kyiv, declara la creación de Ucrania soviética el 12 de diciembre de 1917[36]. Sin embargo, el nombre de este Estado es idéntico al elegido por la Rada: la República popular de Ucrania. En cierto modo, se trataba de sustituir la Ucrania de la Rada central por la Ucrania soviética. La idea de un Estado ucraniano tal como lo definía el movimiento nacional tenía más impacto entre la población de lo que el partido bolchevique había podido imaginar y no tuvo otra opción que adoptarla.
Sin embargo, el partido contaba aún con muchos miembros para quienes "crear Ucrania, incluso soviética, era una decisión reaccionaria"[37]. En su opinión, defender que una nación del antiguo imperio ruso, incluso oprimida, quisiera formar un Estado autónomo o independiente, no significaría más que "una vuelta al pasado lejano"[38]. Al contrario, fundar una República centrada sobre el criterio principal de su coherencia económica, sería racional y por tanto progresista. En este sentido, a la República soviética de Donets-Kryvyi Rih, proclamada por los bolcheviques en el Este de Ucrania, se le suponía ser la encarnación de tal avance hacia el futuro. Creando la República económica y no nacional, estaban persuadidos de defender una visión verdaderamente marxista del mundo y de la historia. Solo en 1922, la tesis de Lenin, según la cual la nación sería una etapa obligatoria en el camino histórico hacia una sociedad socialista[39], se impondrá jurídicamente y se convertirá en el principio según el cual la URSS será constituida[40].
En 1917-1918, un buen número de miembros del partido, cuando no la mayoría, eran aún de la opinión de que la revolución socialista haría la cuestión nacional obsoleta. Además, los fundadores de la República de Donets-Kryvyi Rih justificaban su decisión por la necesidad de poner todos los recursos del Donbás al servicio de los "centros industriales del Norte"[41], Moscú y Petrogrado. La proclamación de la República soviética ucraniana era, al contrario, percibida como un desarrollo nocivo que podría romper la unidad del espacio económico común. "Queremos unirnos al país entero"[42], insistía su dirigente Fiodor Sergeev, dando a entender que este país entero no era otra cosa que el eximperio zarista con su metrópoli gran rusa.
Cierto, el aislamiento de las y los militantes en el medio urbano rusificado (en el que veían su único apoyo), así como sus lazos muy limitados con el campesinado ucraniano de la región habían dejado su huella[43]. Como explicaba Volodymyr Schatzki, miembro del partido: "para los soviets, y por tanto, para los partidos del proletariado urbano, tanto los bolcheviques como los mencheviques, Ucrania, como tal, no existía, pues no existía para un obrero de la ciudad"[44]. Serafima Hopner, una personalidad clave del partido bolchevique en el Este de Ucrania, explorará más tarde los errores de su organización, de los cuales "la omisión política más grave era la ignorancia o más bien el olvido completo de la cuestión nacional"[45]. Describiendo sus actividades en la ciudad de Katerynoslav, actual Dnipro, escribía: "Nunca nos hemos acordado de que nosotros trabajamos en Ucrania"[46]. Por tanto, para las y los socialdemócratas, la cultura rusa era sinónimo de una cultura universal. Percibida como un entorno simbólico neutro, esta cultura imperial y urbana era también reputada como la más avanzada, y por tanto, la más adaptada a las finalidades socialistas. Las lenguas y las culturas no rusas, las del campesinado colonizado, no suscitaban sino desprecio y desconfianza. Y a pesar de un breve intento por erradicar el chovinismo ruso llevado a cabo en los años 1920 mediante una política de indigenización[47], la cultura y la lengua rusa seguirán siendo dominantes en la URSS. Otras lenguas y culturas, dejadas en segundo rango, no tenían derecho a la existencia más que bajo una forma aseptizada y folklórica, bajo la égida de una cultura pretendidamente supranacional, socialista en teoría, rusa de hecho.
Así pues, no fueron Lenin y los bolcheviques quienes inventaron Ucrania. Al contrario, Ucrania, como nuevo espacio político, se impuso a los bolcheviques que, de entrada, habían analizado mal la situación y subestimado la importancia de las aspiraciones nacionales. La Ucrania independiente fue proclamada el 22 de enero de 1918 por la Rada central en el contexto de una confrontación armada con la Rusia soviética dirigida por Lenin. Por ello, resulta muy evidente que el Estado ucraniano independiente no fue creado por los bolcheviques, sino contra los bolcheviques. Lenin reconoció esta independencia de mala gana, bajo la presión de los alemanes, con quienes los bolcheviques negociaban un acuerdo de paz[48]. Pero Lenin no se oponía a una Ucrania formalmente independiente, con tal de que tuviera un gobierno bolchevique a su cabeza. Por ello, en marzo de 1918, la idea de proclamar la independencia de Ucrania soviética fue sostenida y aprobada por las altas autoridades soviéticas.
Sin embargo, solo tras sus numerosos reveses militares los comunistas tomaron realmente conciencia de la potencia de las aspiraciones sociales y nacionales del campesinado ucraniano. También comenzaron a comprender que el Estado ucraniano no era solo una herramienta que permitía neutralizar a las y los nacionalistas, sino que la afirmación de su soberanía era la condición de la supervivencia de un poder soviético, que no disponía entonces más que de una legitimidad muy precaria en las periferias en las que la autoridad de Moscú era sinónimo de una opresión colonial.
En 1922, Ucrania se adhirió a la URSS como país miembro a parte entera. Este modelo de federación de repúblicas nacionales formalmente independientes fue la respuesta de Lenin, opuesto en esto a Stalin, a la potencia de los movimientos nacionales en el seno del antiguo imperio ruso. Aún recientemente, amplios sectores de la población ucraniana luchaban por la autonomía con las armas en la mano. Hay que recordar que la hostilidad a los movimientos de liberación nacional fue una de las razones de la derrota de los blancos. Contrariamente a ellos, los comunistas enarbolaron la bandera de la soberanía ucraniana en numerosas ocasiones, en particular con ocasión de sus ofensivas militares, a fin de asegurarse el apoyo de la población local. Por otra parte, hasta en 1923, el objetivo del poder bolchevique seguía siendo la revolución mundial, y la hipótesis de su expansión rápida seguía formando parte del dominio de lo posible. Todas las miradas estaban dirigidas hacia el Oeste, cuando la victoria del socialismo en los países europeos, ante todo en Alemania, era la única esperanza de consolidación, incluso de supervivencia, de la Rusia soviética. En este sentido, Ucrania jugaba un papel decisivo en esta empresa revolucionaria global: abrir una puerta decisiva hacia Europa.
“¿Por qué había que saciar tan generosamente ambiciones nacionalistas sin cesar crecientes en la periferia del antiguo imperio?" se extrañaba Putin en su discurso del 21 de febrero de 2022[49]. No es difícil comprender esta emoción, sin duda sincera. En efecto, si se ignora el alcance y el poder de los movimientos nacionales que sacudieron el imperio en 1917-1920, apenas se llega a comprender por qué Lenin no restauró sencillamente una Rusia unida e indivisible. De toda evidencia, en la concepción histórica de Putin los únicos actores dotados de una capacidad de acción propia son los jefes de Estado. Dado que las clases y las nacionalidades oprimidas no forman parte de su representación del pasado, le es imposible concebir por qué los bolcheviques hicieron concesiones a los ucranianos. Tampoco es extraño que al planificar la invasión actual haya olvidado un pequeño detalle: el potencial de resistencia popular de los ucranianos y de las ucranianas.
En suma, los bolcheviques no fueron "los principales arquitectos" de la idea de un Estado ucraniano. Pudieron, en realidad, coger el último vagón de la emancipación nacional ucraniana, comprender el interés para el socialismo de una Ucrania independiente y crear un modelo viable de Estado multinacional, que preservara la integridad económica y política del espacio imperial ruso. Es sobre este último punto sobre el que la aportación de Lenin fue determinante.
¿Hacia el fin inminente del Imperio?Como subraya con razón Terry Martín, la estrategia de los bolcheviques consistía en "asumir la dirección de lo que parecía ser ya el proceso inevitable de descolonización"[50]. Por ello, primero en teoría y luego en la práctica, Lenin optó por el principio de autodeterminación nacional en la construcción de la URSS. Cada nación soviética debía así disponer de un "hogar nacional" delimitado desde el punto de vista territorial y administrativo, un plan difícil de poner en marcha en un imperio continental como Rusia. En efecto, el imperio ruso poseía una multiplicidad de zonas híbridas, a medio camino entre metrópolis y colonia. La Ucrania del Sur y del Este representaba una zona de este tipo, con sus centros urbanos orientados económicamente y culturalmente hacia Rusia, que existían como islotes en un océano rural distinto, social, étnica y culturalmente.
La fastidiosa y ambiciosa tarea de crear un hogar nacional para cada etnia soviética, presentaba ventajas, tanto políticas como económicas, que favorecían el establecimiento de un tipo de estructura estatal que garantizara el centralismo de decisión, (condición sine qua non de una transición hacia el comunismo para los bolcheviques), a la vez que se esforzaban por ganar la lealtad de las poblaciones locales. Haciendo una concesión a la concepción estado-nacional, que quiere hacer concordar la nación y su territorio, los bolcheviques esperaban preservar la integridad territorial del antiguo Imperio ruso para transformarlo en un Estado socialista federativo multiétnico. Se suponía que la Federación de la Repúblicas socialistas soviéticas representaba solamente una primera etapa en el largo proceso de fusión y, por consiguiente, de desaparición de las naciones, primero en la URSS, luego a escala mundial. Es esta política de "evolucionismo patrocinado por el Estado", según la fórmula de Francine Hirsch, llevada a cabo en el marco de un Estado política y económicamente centralizado, lo que habría dado a la URSS su forma distintiva[51]. Este nudo de contradicciones entre la herencia imperial del zarismo y el proyecto utópico del bolchevismo sobre el que la URSS fue construida nunca ha sido desatado.
Hoy, el proyecto territorial defendido en otro tiempo por Lenin es pisoteado por Putin, que pone en primer lugar argumentos irredentistas y revisionistas para justificar su guerra contra las y los ucranianos. Niega la legitimidad de las fronteras establecidas tras la caída de la URSS y, luego, reconocidas internacionalmente. Putin proyecta la idea de un " Staatsvolk " ruso sobre poblaciones que, estando en el corazón de la concepción de la "nación rusa trinitaria" se encuentran hoy fuera del alcance legal de las autoridades rusas. ¿Construir "la nación formadora " para el Estado ruso, que incluiría a las y los ucranianos y bielorrusos, permitiría al fin reinar tranquilamente sobre esas vastas extensiones del imperio, sobre esa Rusia profunda tan mal conocida y tan temida por sus dirigentes? El presente intento de volver a ser una gran potencia euroasiática está hoy fracasando debido a la resistencia ucraniana.
El antagonismo entre la idea de Rusia como imperio, que se extiende de Kaliningrado a Vladivostok, y la de Rusia en tanto que nación de los eslavos del este estuvo ya en el centro de los debates intelectuales en la Rusia del siglo XIX. Constatamos hoy que este debate nunca ha sido enteramente resuelto. La voluntad, o más bien la necesidad para las élites políticas rusas de combinar estos dos proyectos, imperial y nacional, era una de las razones de la fragilidad inherente tanto del imperio zarista como de la URSS. Ocupadas en resucitar la nación rusa trinitaria, ¿no perderán las élites rusas, por inadvertencia y quizá de una vez para siempre, la totalidad de su imperio?
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Este texto, corresponde al capítulo 3 del libro colectivo L'invasion de l’Ukraine. Histoires, conflits et résistances populaires, de Karine Clément, Denys Gorbach, Hanna Perekhoda, Catherine Samary, Tony Wood. 224 páginas. Editorial La Dispute. 2022.
Hanna Perekhoda es politóloga, asistente diplomada en el Instituto de Estudios Políticos (IEP) y en Centro de Historia Internacional y de Estudios políticos de la Mundialización (CRHIM) de la universidad de Lausana, especialista de las relaciones ruso-ucranianas. Es autora de numerosos artículos y entrevistas sobre la historia de Ucrania y los problemas de la guerra, y su tesis en curso trata sobre el lugar del Donbas en los proyectos de construcción estatal en la época revolucionaria (1917-1922). Es una de las fundadoras del Comité Ucrania-Suiza y miembro de la organización socialista ucraniana Sotsialnyi Rukh (Movimiento Social).
Otros artículos de Hanna Perekhoda:
En viento sur se puede leer Ucrania, tercer año, https://vientosur.info/ucrania-tercer-ano/.
En Nueva Sociedad, La invasión de Ucrania, Putin y el "mundo ruso" Entrevista a Hanna Perekhoda en https://nuso.org/articulo/ucrania-putin-rusia-invasion-perekhoda/
En Jacobin La invención bolchevique de Ucrania, https://jacobinlat.com/2022/03/25/la-invencion-bolchevique-de-ucrania/
En Sin Permiso, Sobre la identidad, el idioma y Donbas en Ucrania https://www.sinpermiso.info/textos/sobre-la-identidad-el-idioma-y-donbas-en-ucrania (ndt)
Notas
[1] Zbigniew Kowalewski, “Podbój Ukrainy na tle dziejów imperializmu rosyjskiego” [La conquête de l’Ukraine dans le contexte de l’histoire de l’impérialisme russe], Le Monde diplomatique/Edycja polska, vol. 174, n° 2, 2022, https://monde-diplomatique.pl/podboj-ukrainy-na-tle-dziejow-imperializmu-rosyjskiego. En español en https://vientosur.info/la-conquista-de-ucrania-y-la-historia-del-imperialismo-ruso/ ndt.
[2] Vladimir Poutine, “On the Historical Unity of Russians and Ukrainians”, Kremlin.ru (site officiel du président de la Russie), publié le 12 juillet 2021, http://en.kremlin.ru/events/president/news/66181.
[3] Vladimir Poutine, “Rossiâ na rubeže tysâčeletij” (La Russie au tournant du millénaire), Ng.ru (site officiel de la Nezavissimaïa Gazeta), 30 décembre 1999, https://www.ng.ru/politics/1999-12-30/4_millenium.html. Aquí y en adelante utilizo el sistema de transliteración ISO9 para las referencias bibliográficas en ruso y en ucraniano. Este sistema es unívoco (cada carácter siendo representado por un carácter equivalente), representa la ortografía original y permite la transliteración inversa (retroconversión).
[4] Zenon E. Kohut, “Origins of the Unity Paradigm: Ukraine and the construction of russian national history (1620-1860)”, Eighteenth-Century Studies, vol. 35, n° 1, 2001, p. 70-76.
[5] Después de la caída del estado medieval de la Rus de Kiev, destruido por la invasión de Genghis Khan en el siglo XIII, parte de sus antiguos principados regresan a Polonia-Lituania y una parte permanece bajo el dominio mongol. Estos últimos se convertirán posteriormente en el Estado de Moscú. Ver Andreas Kappeler, trad. Guy Imart, Petite histoire de l’Ukraine, Paris, Institut d’études slaves, 1997, p. 38-54.
[6] Serhiy Bilenky, Romantic Nationalism in Eastern Europe: Russian, Polish, and Ukrainian Political Imaginations, Stanford, Stanford University Press, 2012, p. 250-252.
[7] Alexei Miller, The Ukrainian Question : the Russian Empire and Nationalism in the Nineteenth Century, Budapest, New York, Central European University Press, 2003, p. 29.
[8] Volodymyr Yermolenko, “Atypical Post-Colonialism: What Makes Ukraine Interesting to the Global Political Thought”, Ukraine Analytica, vol. 2, n° 24, p. 19-25.
[9] Kalena Uhryn y Arkady Joukovsky (sous la direction de), Taras Chevtchenko, 1814-1861, Paris, P.I.U.F., 1964.
[10] Andreas Kappeler, Petite histoire de l’Ukraine, op. cit.
[11] El Hetmanato fue la formación estatal y militar de los cosacos ucranianos. Fundada tras el levantamiento cosaco y campesino liderado por Bogdan Khmelnytsky contra la República de las Dos Naciones en 1648, esta entidad autónoma pasó gradualmente bajo el dominio ruso. Como su autonomía era cada vez más restringida, el Hetmanat fue finalmente abolido en 1764.
[12] Ronald Grigor Suny, “The Empire Strikes Out. Imperial Russia, “National” Identity, and Theories of Empire”, in Ronald Grigor Suny, Terry Martin (bajo la dirección de), A State of Nations : Empire and Nation-Making in the Age of Lenin and Stalin, Oxford, New York, Oxford University Press, 2001, p. 25.
[13] Ibid., p. 27.
[14] “Direct Line with Vladimir Putin”, Kremlin.ru (web oficial de presidente de Rusia), 17/04/2014, http://en.kremlin.ru/events/president/news/20796.
[15] “Bol’šaâ press-konferenciâ Vladimira Putina” [La grande conférence de presse de Vladimir Poutine], Kremlin.ru (web oficial de presidente de Rusia), 19712/2019, http://kremlin.ru/events/president/news/62366.
[16] “Obraŝenie Prezidenta Rossijskoj Federacii” [message du président de la Fédération de Russie], Kremlin.ru (web oficial de presidente de Rusia), 21/02/2022, http://kremlin.ru/events/president/news/67828.
[17] “Putin o’âsnil, počemu sčitaet raspad SSSR krupnejšej katastrofoj XX veka” [Poutine a expliqué pourquoi il considère l’effondrement de l’URSS comme la plus grande catastrophe du xxe siècle], Ria.ru (web oficial de la agencia RIA Novosti), 13/06/ 2017, https://ria.ru/20170613/1496353896.html.
[18] Utiliza esta misma formulación en su entrevista para una película de propaganda, Rusia. Historia reciente, transmitida en la televisión rusa en diciembre de 2021. “Putin nazval raspad SSSR tragediej i raspadom istoričeskoj Rossii” [Putin calificó la caída de la URSS de tragedia y “colapso de la Rusia histórica”], Rbc.ru (sitio web oficial de la agencia de noticias RBK), 12 de diciembre de 2021, https://www.rbc.ru/politics/12/12/2021/61b5e7b79a7947689a33f5fe.
[19] Fiona Hill et Clifford Gaddy, “Putin and the Uses of History”, The National Interest, n° 117, 2012, p. 21-31.
[20] Kevork K. Oskanian, “A Very Ambiguous Empire: Russia’s Hybrid Exceptionalism”, Europe-Asia Studies, vol. 1, n° 70, 2018, p. 26-52.
[21] Ibid., p. 47.
[22] Frantz Fanon, Les Damnés de la terre, Paris, Éditions Maspero, 1961.
[23] Este tema se desarrolla con más detalle en mi artículo “Les Bolcheviks en Ukraine orientale et leurs projets étatiques concurrents (1917-1918): le cas de la république soviétique de Donets-Krivoï Rog”, Connexe – Les espaces postcommunistes en question(s), n° 7, 2021, p. 45-64.
[24] David Delaney, Territory: A Short Introduction, Malden, Wiley-Blackwell, 2005.
[25] Sophie Cœuré y Sabine Dullin, Frontières du communisme, Paris, La Découverte, 2007, p. 2.
[26] Thomas Chopard, “L’Ukraine et la révolution de 1917. Promesse d’émancipations et limites de l’indépendance”, Vingtième Siècle. Revue d’histoire, vol. 3, n° 135, 2017, p. 73-86.
[27] Entre los principios que guiarán su trabajo, el Gobierno Provisional indica “la abolición de cualquier restricción basada en la clase, la religión o la nacionalidad”. Véase Izvestiâ, 16 de marzo de 1917.
[28] Bohdan Krawchenko, Social Change and National Consciousness in Twentieth-Century Ukraine, Londres, Palgrave Macmillan, 1985
[29] Georg Lapčins’kij, “Z perših dnìv vseukraïns’koï radâns’koï vladi” [Sur les premiers jours du pouvoir soviétique panukrainien], Letopis’ revolûcii, n° 5-6, 1927, p. 48.
[30] Esta región correspondería, en términos generales, a los óblasts de Kharkiv, Luhansk, Donetsk, Zaporijjia y Dnipro de la actual Ucrania.
[31] “Oblastnoj s’ezd RSDRP(b). І Vseukrainskoe soveŝanie bol’ševikov. Protokoly” [Congrès régional du POSDR(b). I Conférence panukrainienne des bolcheviks. Protocoles], Letopis’ Revolûcii, n° 5, 1926, p. 76.
[32] Volodimir Zatonsʹkij, “Urivki zì spogadìv pro ukraïns’ku revolûcìû” [Extraits de souvenirs sur la révolution ukrainienne], Letopis’ Revolûcii, n° 4, 1929, p. 141.
[33] Ievguenia Bosch, God bor’by. Bor’ba za vlast’ na Ukraine s aprelâ 1917 do nemeckoj okkupacii [Año de lucha. La lucha por el poder en Ucrania desde abril de 1917 hasta la ocupación alemana.], Moscú, Leningrado, Gosudarstvennoe izdatel’stvo, 1925, p. 46.
[34] Proletarskaâ mysl’ [La pensée prolétarienne], 9711/1917.
[35] Georg Lapčins’kij, “Z perših dnìv vseukraïns’koï radâns’koï vladi” [Sur les premiers jours du pouvoir soviétique panukrainien], Letopis’ revolûcii, n° 5-6, 1927, p. 62.
[36] “Bor’ba za vlast’ Sovetov v Donbase. Sbornik dokumentov i materialov” [ La lucha por el poder de los soviets en el Donbas. Colección de documentos y materiales.], Stalino, 1957, p. 256.
[37] Volodimir Zatonsʹkij, “Urivki zì spogadìv pro ukraïns’ku revolûcìû” [Extractos de recuerdos sobre la revolución ucraniana], Letopis’ Revolûcii, n° 4, 1929, p. 163.
[38] Doneckij proletarij [El proletario de Donets], 31 janvier 1918.
[39] Vladimir Lénine, Du droit des nations à disposer d’elles-mêmes, Paris, Moscou, Éditions Sociales et Éditions du Progrès, 1973.
[40] Jeremy Smith, The Bolsheviks and the National Question, 1917-1923, New York, St. Martin’s Press, 1999; Richard Pipes, The Formation of the Soviet Union : Communism and Nationalism, 1917-1923, Cambridge, Harvard University Press, 1964 ; Ronald Grigor Suny et Terry Martin (bajo la dirección de), A State of Nations : Empire and Nation-Making in the Age of Lenin and Stalin, Oxford, New York, Oxford University Press, 2001.
[41] Doneckij proletarij [El proletario de Donets], 31 janvier 1918.
[42] Ibid.
[43] Theodore H. Friedgut, Iuzovka and Revolution, vol. II : Politics and Revolution in Russia’s Donbas, 1869-1924, Princeton, Princeton University Press, 1994, p. 356.
[44] Volodimir Zatonsʹkij, “Urivki zì spogadìv pro ukraïns’ ku revolûcìû” [Extractos de recuerdos de la revolución ucraniana], Letopis’ Revolûcii, n° 4, 1929, p. 140.
[45] Serafima Gopner, “Bol’ ševistskaâ organizaciâ nakanune i v pervyj period fevral’ skoj revolûcii v Ekaterinoslave” [La organización bolchevique en vísperas y durante el primer período de la revolución de febrero en Iekaterinonslav], Letopis’ Revolûcii, n° 2, 1927, pp. 28-29.
[46] Ibid
[47] La política que pretendía promover las lenguas y culturas de las naciones titulares en las repúblicas soviéticas no rusas (1923-1932).
[48] Rusia firmó el tratado de paz (llamado de Brest-Litovsk) con las potencias centrales el 3 de marzo de 1918. Una de sus condiciones fue la retirada de las tropas rojas del territorio reclamado por la Rada (las provincias de Kyiv, Podolia, Volinia, Poltava, Kharkiv, Katerynoslav, Chernihiv, Jerson, Tauridia sin Crimea) y el abandono de las pretensiones territoriales de Rusia frente a Ucrania, que ahora se convertía en un Estado independiente.
[49] “Obraŝenie Prezidenta Rossijskoj Federacii” [web oficial del Presidente de Rusia), 21 février 2022, http://kremlin.ru/events/president/news/67828.
[50] Terry Martin, “An Affirmative Action Empire: The Soviet Union as the Highest Form of Imperialism”, in Ronald Grigor Suny et Terry Martin (bajo la dirección de), A State of Nations : Empire and Nation-Making in the Age of Lenin and Stalin, Oxford, New York, Oxford University Press, 2001, p. 67-90.
[51] Francine Hirsch, “Toward an Empire of Nations : Border-Making and the Formation of Soviet National Identities”, The Russian Review, vol. 59, n° 2, 2000, p. 204.