Por qué cerramos nuestro centro para mujeres desplazadas en Lviv

Este mes de agosto hace exactamente dos años y medio que nuestro Taller Feminista abrió su primer refugio para mujeres desplazadas internamente. Al comienzo de la invasión abrimos tres refugios. Dos de ellos permanecieron abiertos durante seis meses. Hoy queremos comunicar una noticia importante para nosotras: nuestro centro más grande, que ha venido funcionando desde junio de 2022, cierra sus puertas.

En este artículo queremos resumir nuestro trabajo, contaros más cosas sobre nuestras experiencias, que tal vez no siempre hemos explicado. Y responder a la pregunta de qué planeamos ahora.

¿Por qué cierra el refugio?

Para ser sinceras, el cierre del refugio nos llena de tristeza, no solo al equipo de crisis que lo abrió en su día, sino también para todos los equipos de nuestra organización. Quienes ha acudido a nuestros eventos se habrán percatado de que durante dos años y medio la oficina de nuestra organización ocupaba una pequeña habitación en el gran edificio del refugio. Por eso, muchas veces los almuerzos en la oficina tenían lugar en la cantina comunal con las residentes del refugio, con los cafés y las conversaciones. Los actos de nuestra comunidad se celebraban en el desván, donde las niñas y niños que vivían en el refugio solían jugar cuando no había ningún evento. Así que se trata de un espacio muy importante para toda nuestra organización. Y lo tenemos en gran estima. Creemos que el refugio ha cumplido su función original como hogar temporal.

Hemos mantenido este refugio gracias a los fondos de donantes internacionales, y ahora el equipo de crisis se ve imposibilitado para recaudar el dinero necesario para continuar su labor. Es importante destacar que la cuestión de la financiación y la viabilidad de nuestras actividades se han juntado para crear la misma situación: las asociaciones lo tienen ahora más difícil encontrar donantes, mientras que los refugios municipales tienen espacio libre y la capacidad para alojar a más personas.

¿Qué podemos decir de nuestra labor con las refugiadas?

Antes que nada, ¡llegó en el momento preciso! Abrimos este gran refugio cuando los centros temporales creados en escuelas infantiles y colegios de Lviv cerraron sus puertas. Nos llegaron muchas críticas de que hubiéramos tardado seis meses desde que comenzó la guerra a gran escala y las asociaciones apenas habían empezado a hacer algo al respecto. Nosotras no contábamos con los mismos recursos que el Estado para organizar la acogida de mucha gente y proporcionarle refugio de un día para otro. Carecíamos de locales y de personal. Necesitábamos tiempo para encontrar financiación, planificar y finalmente llevar a cabo un trabajo que nunca antes habíamos realizado. Pero logramos cubrir las necesidades de la situación en poco tiempo.

En particular, en junio de 2022, cuando cerraron numerosos refugios temporales en colegios y escuelas infantiles. Ahí es cuando comienza la historia de nuestro refugio. Enviamos información a varios grupos de personas desplazadas. Cuando el refugio abrió sus puertas el 1 de junio, primero vino a vernos una familia, los Kiselyov, de quienes probablemente habéis oído hablar en nuestros artículos. Les gustó el lugar y eligieron una habitación. Al cabo de media hora empezaron a llegar más y más personas: ¡el refugio se llenó el primer día!

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Pensamos que cabe decir lo mismo de la clausura del refugio. En este momento, la situación en la región de Lviv, con la llegada de gente, con el número de personas que pretenden quedarse aquí, es claramente predecible, pero no caótica. Muchas personas han estado viviendo aquí durante años, llega poca gente nueva, y siempre opta por quedarse, o ir a lugares cercanos a su hogar, de manera que al menos puedan ir allí.

Por eso los refugios temporales como el nuestro ya no constituyen una necesidad urgente para la ciudad en estos momentos. Hemos cumplido nuestra función y ha llegado la hora de abandonar la prestación de servicios de acogida. Sin embargo, si alguien busca un lugar para quedarse en Lviv y los alrededores, póngase en contacto con el Centro de Asistencia a Personas Desplazadas llamando al +38...

De acuerdo con la normativa nacional en materia de servicios sociales, como los que presta un refugio, ha de cumplir determinados requisitos relativos a la organización del espacio. Por ejemplo, especifica cómo debe ser una cama y cuántos metros cuadrados debe haber disponibles por persona. La nueva Resolución 930 también describe claramente los requisitos relativos a las normas de residencia y el comportamiento del personal y las personas residentes. Esto significa que hay unas normas generales: no beber, no fumar, no pelear, etc. De hecho, el trabajo social requiere una implicación mucho mayor de una persona en la vida de otra, y esto tiene sus ventajas y sus desventajas. La cuestión principal sobre la que hemos estado meditando durante nuestra labor es hasta qué punto nuestra ayuda debería tener límites y hasta qué punto estos límites son objetivos en la situación actual.

Os contaré un ejemplo que me impactó durante una conversación con una colega. Ella estaba contándome la historia de una familia, hombre y mujer ya entrados en años, que ella había acogido en su centro. Habían llegado sin papeles, nada más que con una bolsa que contenía algunas pertinencias: todo lo que poseían lo destruyó el fuego. Mis colegas les dieron cobijo, ropa y alimentos y les ayudaron a recuperar sus papeles. Entonces se planteó la cuestión de si deberían buscar un empleo. Ayudaron al hombre a encontrar trabajo en una obra. El primer día que fue a trabajar en el tajo, tuvo un accidente y murió. Las mismas trabajadoras sociales, las empleadas y las voluntarias del refugio ayudaron a recaudar dinero para pagar el funeral. Y enterraron al hombre. Este caso me hace pensar a menudo sobre estos límites: ¿hace falta que existan en la situación actual? En nuestros días, la asistencia social ya ha trascendido más allá de cualquier posible clasificación de los servicios sociales, inclusive en casos como este.

¿Qué hicimos en el periodo en que el refugio estuvo abierto y que no habíamos previsto?

Investigamos la desaparición de crema Black Pearl de un dormitorio, ayudamos a una mujer de 60 años de edad a aprender a decir literalmente no y a defender sus límites. Le ayudamos a buscarse alimentos, recaudamos dinero para su rehabilitación tras un trasplante de riñón. Realizamos algunas reparaciones en una casa a la que iban a desplazarse residentes de nuestro refugio. Organizamos conciertos, fiestas y pícnics. Y tratamos de calcular: ¿cuántos kilos de alimentos necesitas para un pícnic de 50 personas?

Pusimos fin a las peleas. Desarrollamos métodos para convencer a la gente de que acepte la ayuda de un psicólogo. Por ejemplo, pedimos a dos personas que no se llevaban bien a cocinar juntas una borsch. Publicamos una revista sobre la vida de las personas residentes de nuestro refugio. Les ayudamos a encontrar un empleo, les escuchamos… Derivamos a una persona discapacitada mental a una vivienda asistida, le ayudamos a superar un trastorno alimentario, tratamos de evitar un intento de suicidio, jugamos con niñas y niños, enseñamos a escribir a una mujer discapacitada, organizamos cinefórums, les hablamos para darles apoyo…

En muchas cosas fracasamos. Tal vez no supimos cómo hacerlo correctamente, tal vez estábamos demasiado ocupadas con nuestros propios asuntos para pensar en ello. Estamos muy orgullosas del equipo de crisis que asumió la responsabilidad de esta labor. Hablando de estas personas, quisiera recordar una cita de un dibujo en que un personaje le dice al otro: “Sí, me gusta la gente que no hace estupideces”: “Sí, la que más me gusta es la gente que no se preocupa por cosas como la realidad”. Tuvimos que hallar soluciones sobre la marcha. En algunas situaciones no había ninguna solución y el conjunto del equipo se juntó para tomar una copa de vino y pizza. Asistimos a muchas reuniones de supervisión en que lloramos como descosidas y dijimos “no, jamás volveremos a ese refugio”.

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Y hubo momentos en que nos juntamos, nos abrazamos y nos dijimos que menudas cracks éramos, que habíamos realizado una tarea increíble. De ahí que trabajar en un refugio no iba de vivir tu propia vida o la de tu familia y trus amistades. Iba de vivir la vida de 20 personas que vivían todos los días en nuestro refugio, con sus problemas, sus alegrías. Nos regocijábamos de sus éxitos, lamentábamos sus fracasos, y nos enfurecíamos cuando venían nuevas restricciones. En resumidas cuentas, quisiera decir que dado el hecho de que conocimos a estas personas en esa situación, este trabajo vino marcado por un montón de ternura y cuidado.

Si tuviera la oportunidad de decir algo a todas las personas que vivieron con nosotras en aquel periodo, les diría que fue muy importante para mí. Durante los dos primeros y difíciles años de la invasión a gran escala, cuando estuve separada de mi familia, que ahora vive en territorio ocupado, no tuve la oportunidad de ayudarle. Era muy importante para mí poder ayudar y ser útil. Fue una relación mutuamente beneficiosa. Os ayudamos tanto como pudimos para seguir viviendo, y vosotras nos ayudasteis. Creo que todas nos necesitábamos para poder sobrevivir esta guerra y tratar de seguir adelante en esta vida.

El refugio cierra, pero seguimos ayudando a mujeres en crisis. Pensamos continuar con nuestros cursos de aprendizaje digital y reclutar gente para el programa Moving On de reconversión profesional. La experiencia difícil, pero impagable, que hemos acumulado en el refugio nos conducirá sin duda a nuevos proyectos sociales. ¡Trabajamos por la victoria!

Taller Feminista es un grupo feminista de Lviv. Este texto ha sido redactado por Katya, coordinadora de crisis. ¡Con mucho amor!

09/08/2024

ESSF

Traducción: viento sur