¿Cómo ha afectado al apoyo popular a la guerra la transformación de la economía y las sociedad rusas en respuesta a los desafíos derivados de la invasión de Ucrania? Círculos académicos desconcertados por el apoyo persistente de la mayoría de la población a la operación militar especial han tratado de explicarlo remitiéndose a la escasa fiabilidad de los sondeos de opinión en Rusia, a actitudes imperialistas con respecto a Ucrania encastradas en la cultura rusa o a la profunda despolitización propia del régimen de Putin.
Sin embargo, si examinamos el desarrollo de la economía de guerra rusa a través del prisma de la política macroeconómica del Estado, caracterizada por el keynesianismo militar, veremos que el apoyo a la guerra por parte al menos de un sector de la sociedad rusa se basa en factores materiales. La intensificación de la producción militar; el aumento significativo de la paga que reciben los soldados rusos, sus parientes y la policía; la proliferación de contratos militares y la sustitución de importaciones en respuesta a las sanciones han contribuido a crear una base de apoyo consciente entre los grupos que se benefician materialmente de la guerra.
Si se sostienen en el tiempo, estos efectos podrían tener consecuencias significativas no solo en la sostenibilidad del apoyo a la guerra de desgaste y en el enfrentamiento prolongado de Rusia con Occidente, sino también para la transformación de la economía y del régimen político, generando un bucle de realimentación positiva. No obstante, los efectos económicos y sociales actuales del keynesianismo militar son contradictorios, y la gente rusa que ha visto descender su nivel de vida debido a sus efectos indeseables (como la inflación) se ha vuelto más crítica con la guerra.
¿Qué es el keynesianismo militar?
Desde el comienzo de la invasión masiva se predijo repetidamente el colapso económico de Rusia. En los primeros meses de guerra, la industria automovilística se quedó sin componentes, por lo que las fábricas tuvieron que cerrar temporal o definitivamente, mientras que la capacidad de Rusia para exportar petróleo y gas se vio amenazada. La inversión extranjera supone más riesgos y así seguirá durante décadas. Pero la economía rusa ha sobrevivido, e incluso se halla en una trayectoria de crecimiento.
Una explicación de la revitalización de la economía rusa parte de la política de keynesianismo militar practicada por el Kremlin. Se trata de una política macroeconómica dirigida por el Estado y destinada a incrementar la demanda agregada mediante el aumento del gasto militar. El gobierno gasta dinero en la producción militar y diversas transferencias de renta relacionadas con la industria militar, poniendo más dinero en el bolsillo de la gente e incrementando la demanda de la producción tanto militar como civil. Este estímulo ayuda a situar de nuevo la economía en la rampa de crecimiento.
Se considera que la Alemania nazi y los Estados Unidos durante la guerra fría son los ejemplos más destacados de keynesianismo militar. Sin embargo, en el mundo académico hay muchos debates en torno a la cuestión de si el keynesianismo militar funciona realmente, y si lo hace, hasta qué punto es sostenible. Hay quienes alegan que el gasto en la producción militar, como una forma de producción de alta tecnología, desarrolla el sector tecnológico en su conjunto y fija el listón para diversos indicadores económicos de la producción civil.
Paralelamente, este incremento del gasto mejora las condiciones de vida de la clase trabajadora, lo que favorece el crecimiento económico al aumentar la demanda agregada. De este modo, los intereses materiales de segmentos significativos de la población coinciden con el empeño militar del Estado. En la vertiente escéptica se alega que los avances de la tecnología militar a menudo no son transferibles a la tecnología civil y que el complejo militar-industrial atrae mano de obra e inversiones de los sectores económicos civiles y por tanto perjudica a la economía en su conjunto.
La dimensión keynesiana de la economía de guerra rusa
Mientras que hay analistas que cuestionan la validez de las estadísticas del gobierno ruso, ciertos datos económicos confirmados por fuentes ajenas, como los volúmenes de importación y exportación y las emisiones de gases de efecto invernadero (que reflejan la actividad industrial), apuntan a que en 2022 hubo un ligero declive y en 2023 una fuerte recuperación. La resiliencia inesperada de la economía rusa se explica por diversas razones que tienen que ver con los elevados precios de la energía (que han restado eficacia a las sanciones financieras), el reajuste acertado de la logística y el rápido aumento del gasto militar y relacionado con la guerra.
En efecto, el gasto federal en la defensa nacional ascendió a 4,7 billones de rublos (unos 50.000 millones de dólares al cambio actual) en 2022, un 30 % más que el previsto en el presupuesto de preguerra. Las cantidades proyectadas para 2023 y 2024 son de 6,4 billones de rublos (69.000 millones de dólares) y nada menos que 10,8 billones de rublos (116.000 millones de dólares), respectivamente, casi triplicando el nivel de preguerra. En 2022-2023, la guerra se financió con cargo al déficit presupuestario: el año pasado, el déficit del presupuesto federal era del 2,3 % del PIB, y la cifra proyectada para 2023 es del 2 %.
No cabe duda de que un elevado gasto militar contribuye al crecimiento económico. La recuperación industrial ha estado liderada por sectores como los de productos metálicos acabados y ordenadores, productos electrónicos y ópticos, que en gran parte sirven a la producción militar. Además, los elevados salarios que perciben los soldados que participan en la guerra, así como las transferencias monetarias destinadas a las familias de los soldados heridos o muertos, han afectado sin duda a los niveles de renta y de pobreza a escala nacional: el grueso de las transferencias relacionadas con la guerra ha estado destinado a los segmentos más pobres de la sociedad, entre los que se recluta a la gran mayoría de soldados. Según [el instituto de estadística] Rosstat, los ingresos reales se redujeron ligeramente (un 1,5 %) en 2022 y se recuperaron rápidamente en 2023, mientras que la tasa de pobreza se redujo ligeramente durante el primer año de guerra en comparación por el periodo anterior (del 11,0 % en 2021 al 9,8 % en 2022).
Además, el ministerio de Hacienda parece definir cada vez más su política fiscal en términos keynesianos. En 2023, el ministerio publicó un comentario detallado sobre los efectos de déficit presupuestario en la economía, que incluyen un aumento de los ingresos de los hogares y de los beneficios empresariales, expandiendo con ello (indirectamente) el sector financiero. Según el ministerio, los objetivos de la actual política fiscal expansiva incluyen el refuerzo de la defensa nacional y la integración de nuevas regiones (es decir, los territorios ucranianos anexionados).
¿Es sostenible el keynesianismo militar ruso?
No obstante, es demasiado pronto para decir si esta política económica será sostenible y exitosa a la larga. A resultas de las sanciones occidentales, Rusia pueda tener dificultades para desarrollar su sector de alta tecnología. Si no se importan tecnologías avanzadas de otros países, como China, ni se da un impulso decidido a la I+D nacional ‒y no es de esperar necesariamente que tal impulso dé sus frutos, vista la infrafinanciación de la investigación científica durante décadas‒, la expansión de la producción (particularmente la civil) podría comportar una disminución de la calidad de los productos y en última instancia dejar de favorecer un crecimiento económico a largo plazo.
Conviene señalar que el ministerio de Hacienda considera que su actual enfoque keynesiano es temporal. De acuerdo con su documentos de estrategia más reciente, a pesar del pico de gasto militar en 2024, el déficit presupuestario se reducirá este mismo año casi un 50 % en términos nominales, con lo que solo supondrá un 0,9 % del PIB. Esto se conseguirá incrementando los ingresos presupuestarios mediante diversos pagos puntuales que aportarán 2,5 billones de rublos (27.000 millones de dólares, frente a 0,7 billones de rublos en 2023 [7.500 millones de dólares]). En efecto, el aumentos sin precedentes del gasto militar se realizará mediante la redistribución de recursos de otros sectores de la economía, no mediante un incremento del déficit, lo que va en contra de la lógica keynesiana.
Un factor crucial es que la política fiscal expansiva tiene lugar en un contexto de grave escasez de mano de obra. La tasa de desempleo descendió a apenas un 3 % en agosto de 2023, cuando el 60 % de las empresas se quejaron de falta de personal. Esto contrasta fuertemente con la tasa de desempleo que tuvo EE UU en 1940 y que ascendió al 14,6 %, cuando la economía de aquel país se puso en pie de guerra y finalmente superó los efectos persistentes de la gran depresión (un ejemplo clásico de keynesianismo militar en la práctica). Es más, la economía rusa ya está operando a plena capacidad, lo que debilita el efecto potencial de multiplicadores keynesianos.
El keynesianismo militar puede funcionar porque arrastra mano de obra en paro al mercado de trabajo, pero si no lo hace, acarrea el riesgo de castrar los sectores civiles. En la Rusia de hoy, actualmente no hay personas desempleadas que hacer retornar al mercado de trabajo ni fábricas que reabrir mediante el gasto masivo del Estado. El Banco Central y el ministerio de Hacienda son conscientes de ello y advierten de que la economía está sobrecalentándose debido a una combinación del estímulo fiscal y la falta de capacidad productiva no utilizada. El sobrecalentamiento puede provocar inflación y erosionar el valor de los salarios aumentados y del gasto social, un hecho que ha llevado al Banco Central a dar mayor rigidez a la política monetaria. Estas soluciones a la escasez de mano de obra invita a la inmigración y propicia la utilización de trabajo adolescente o carcelario, y ya se ha intentado o discutido la posibilidad de subcontratar la producción militar en países aliados. Sin embargo, si no funcionan, los efectos keynesianos del actual festival de gasto estarán lejos de materializarse.
¿Cómo afecta esto al apoyo popular a la guerra?
Desde el mismo comienzo de la invasión masiva, las encuestas vienen mostrando que los sectores acomodados apoyan la operación militar especial en mayor medida que la gente pobre. Los resultados disponibles del último sondeo de Chronicles sobre una muestra representativa de la población rusa, cuyo cuestionario se elaboró con la participación del Public Sociology Laboratory (PS Lab), confirman y aclaran este patrón. La gente acomodada se muestra más dispuesta a enrolarse voluntariamente para ir al frente que las personas encuestadas más pobres. Al mismo tiempo, el sondeo muestra que alrededor del 40 % de la ciudadanía rusa afirma que sus condiciones materiales han mejorado notablemente desde que comenzó la invasión.
La población rusa está dividida en torno a la cuestión de si el gasto militar mejora la economía (37 %) o la lastra (35 %), pero la proporción de optimistas es bastante alta. Dentro de este grupo, tan solo un 12 % no están dispuestos a ir voluntariamente al frente en cualquier circunstancia. Mientras, entre las personas económicamente pesimistas, esta proporción es mucho más alta, de más del 50 %. En suma, existe una coincidencia significativa entre la gente beneficiada por la guerra (quienes se han beneficiado materialmente de los cambios relacionados con la guerra), el optimismo económico y el apoyo activo a la operación militar especial (quienes están dispuestos a hacer algo en apoyo a las fuerzas armadas rusas, desde transferir dinero hasta ir al frente). Desde el punto de vista de su perfil socioeconómico, quienes apoyan la operación militar especial y se han beneficiado económicamente de la guerra suelen trabajar en empresas públicas, el sector de las tecnologías de la información y empresas que que han contribuido a la sustitución de importaciones, o son personas independientes acomodadas.
Una análisis preliminar de las entrevistas en profundidad realizadas con personas rusas corrientes por parte de PS Lab en la primavera de 2022 (unas 200 entrevistas) y en el otoño de ese mismo año (más de 80 entrevistas), es decir, cuando empezaron a notarse las primeras consecuencias de la política económica de guerra, ayuda a ilustrar cómo las visiones sobre la guerra pueden verse influenciadas por percepciones sobre las perspectivas económicas de Rusia y el bienestar individual. Las varias docenas de entrevistas (en su mayoría de la segunda hornada) que comentan en detalle el impacto del primer año de guerra en el bienestar de las personas entrevistadas confirman que las personas acomodadas, en efecto, son más propensas a apoyar la guerra. Y lo que es más importante, las entrevistas muestran que el apoyo a la guerra aumentó en particular entre aquellas personas cuyo bienestar mejoró en virtud de la economía de guerra. Algunas de estas personas relacionan explícitamente su apoyo a la guerra y su defensa de la patria con el bienestar de sus familias y de ellas mismas.
Veamos lo que dijo un entrevistado. Su apoyo al ejército y al gobierno ruso se reforzó entre la entrevista de primavera y la de otoño, mientras que su actitud hacia Ucrania y la población ucraniana se tornó más agresiva. En otoño identificó la defensa de la patria y la defensa de su familia como motivos fundamentales de su disposición a acudir al frente:
Cogeré un rifle automático e iré a matar a quienes nos atacan […] Tengo aquí a mi madre, tango aquí a mi querida esposa, he de protegerlas […] Si pudiera, habría estado allí [en el frente], lo único es que nadie me llevó. Y no con la intención de matar a cualquiera, sino solo para proteger los intereses de mi país. No tengo otro. (Hombre, 27 años de edad, técnico de sonido, octubre de 2022.)
En el periodo que media entre las dos entrevistas, el entrevistado dejó un puesto de trabajo que no le gustaba y consiguió un empleo atractivo en una actividad que había sido su afición. En esta nueva función utiliza un equipo fabricado en Rusia al amparo del programa de sustitución de importaciones. Su posición en la sociedad mejora, “no solo porque su salario aumenta o cualquier otra cosa, sino porque empiezan a parpadear algunas perspectivas”. Su experiencia personal con el desarrollo de su carrera y el éxito profesional refuerzan su convicción de que Rusia está mejorando económicamente a resultas de la guerra. Cree en el éxito de la sustitución de importaciones y otras medidas para que la economía rusa sea independiente de “Occidente”.
También vemos la relación inversa en las entrevistas. Las personas entrevistadas que perciben que la guerra perjudica su bienestar y amenaza sus perspectivas económicas comienzan a expresar su escepticismo con respecto a la operación militar especial, y su apoyo (si es que existió) se desvanece. Así, uno de los entrevistados, que se considera un patriota ruso y se queja de la supuesta hostilidad de Occidente hacia Rusia, critica al Estado ucraniano y se informa sobre la guerra principalmente de fuentes militaristas rusas, en el otoño de 2022 comenzó a criticar a pesar de todo la guerra en Ucrania y en general la política exterior del Kremlin. Opina que “la sustitución de importaciones no funciona para nosotros” y califica las perspectivas económicas de Rusia en términos más bien lóbregos. Al preguntarle sobre los principales cambios acaecidos en el país desde el comienzo de la guerra, dice: “En realidad, lo que ha cambiado es que en todas partes, ante todo, los precios han subido al máximo posible. […] Y para nosotros, los jóvenes, afecta a nuestros bolsillo.” (Hombre, 34 años de edad, electricista, octubre de 2022).
Nuestras entrevistas indican que el keynesianismo militar no solo puede potenciar el apoyo a la guerra, especialmente entre quienes se benefician directamente de la nueva política económica, sino también la oposición a la misma entre quienes se ven perjudicados por sus efectos (como la inflación).
Conclusión
El keynesianismo militar ruso ha sido relativamente exitoso a corto plazo. Junto con el incremento del gasto militar y de las rentas sociales, el país ha asistido a un crecimiento explosivo del complejo militar-industrial y las industrias auxiliares, como la microelectrónica y los equipos eléctricos. Otro factor potencial de crecimiento es la reconstrucción de las ciudades destruidas en los territorios ucranianos anexionados. La militarización de una economía financiada con cargo al déficit presupuestario ha contribuido sin duda a la recuperación económica del país en 2022-2023.
Sin embargo, hay motivos para poner en duda la sostenibilidad del keynesianismo militar y su posible impacto positivo en el crecimiento económico del país a medio y largo plazo. Esto tiene que ver con el desfase tecnológico de Rusia con respecto a Occidente, que se ha visto exacerbado por las sanciones, y especialmente con la actual escasez de mano de obra. No está claro que el gobierno ruso sea capaz de abordar estos problemas y mitigar los efectos negativos para los sectores civiles de la economía, además de combatir una inflación que se acelera. En efecto, el plan actual del ministerio de Hacienda de volver lo antes posible a la política de presupuestos equilibrados plantea la cuestión de si la política keynesiana se concibe siquiera como una estrategia a largo plazo.
No obstante, la militarización de la economía continuará (aunque sea desviando recursos de otros sectores), introduciendo cambios visibles en la sociedad rusa a raíz de la expansión del empleo asociado a la industria militar y de las transferencias a los soldados y sus familias. Los datos cuantitativos y cualitativos disponibles nos inducen a concluir tentativamente que el keynesianismo militar puede producir ciertos grupos amplios de beneficiarios de la guerra, que combinan conscientemente la mejora de su bienestar personal con una visión optimista de las perspectivas de la economía rusa y el apoyo a la operación militar especial. Mientras, otros segmentos de la sociedad rusa parecen estar sufriendo económicamente los efectos del keynesianismo militar practicado en condiciones desfavorables. Esto puede hacer que se muestren más pesimistas con respecto a las perspectivas económicas de Rusia y más críticos con la guerra.
27/11/2023
Traducción: viento sur