El marxismo y la lucha de Ucrania por la independencia y la autodeterminación

La independencia y la autodeterminación son principios rectores socialistas desde hace más de cien años. Trazan una divisoria fundamental entre el marxismo y varias escuelas de pensamiento imperialista, incluidas la realista, la neoconservadora y la intervencionista liberal. Tal vez su contribución más importante fue la unidad de los movimientos obreros del norte con las luchas anticoloniales en el sur. Comprender estos principios inveterados es esencial en el debate en torno a la invasión rusa de Ucrania.

Karl Marx y Friedrich Engels entendieron que el colonialismo derivaba de la necesidad del capitalismo de expandirse continuamente, pero fue a raíz de su estudio en profundidad del caso de Irlanda cuando captaron el vínculo existente entre la independencia nacional y la emancipación de la clase obrera. En una carta a Engels, Marx ([1867] 1972, citado en Lim 1992) escribió:

La clase obrera inglesa tiene un interés directo y absoluto en deshacerse de su actual conexión con Irlanda… Durante mucho tiempo creí que sería posible que el poder de la clase obrera inglesa derribara el régimen irlandés… Un estudio más profundo me ha convencido ahora de lo contrario: la clase obrera inglesa nunca conseguirá nada antes de haberse desprendido de Irlanda.

Posteriormente escribió que la independencia de Irlanda no es “una cuestión de simpatía, sino una demanda que responde al interés del proletariado inglés” (Marx [1867] 1972, citado en Lim 1992). En otras palabras, la clase trabajadora inglesa tenía que apoyar la independencia de Irlanda para librarse a sí misma del chovinismo de gran nación y de su alianza con el capital británico para oprimir al pueblo irlandés. En relación con la conexión entre Marx y Engels y el trabajo de  Vladímir Ilich Lenin sobre el imperialismo, Jie-Hyun Lim (1992) señala:

La cuestión nacional irlandesa se halla en el punto de inflexión de la evolución del pensamiento de Marx y Engels con respecto a las cuestiones nacional y colonial. Al examinar la cuestión nacional irlandesa, Marx y Engels lograron dejar de lado su anterior visión eurocéntrica... Esto presagió la teoría de Lenin de la autodeterminación nacional, que formaliza la relación dialéctica entre nacionalismo e internacionalismo proletario en la fase imperialista. De este modo, la cuestión irlandesa constituye una cuestión de principio de la teoría marxista del nacionalismo, tendiendo un puente entre los fundadores del marxismo en el periodo clásico y Lenin en la era del imperialismo.

Durante la primera guerra mundial, Lenin comenzó a abordar la cuestión de las anexiones por parte de las potencias imperialistas. En aquella época su interés estaba centrado en Europa, y en un ensayo escrito en 1916 planteó la importancia de la autodeterminación de Irlanda, Finlandia, Ucrania y Bielorrusia y destacó la independencia de Portugal con respecto a España y de Noruega frente a Suecia. Lenin insistía en el derecho de secesión. Afirmaba que

al transformar el capitalismo en socialismo, el proletariado crea la posibilidad de acabar con la opresión nacional; la posibilidad solamente ‒¡solamente!‒ se convierte en realidad con el establecimiento de la plena democracia en todas las esferas, incluida la delineación de las fronteras de acuerdo con las simpatías de la población y la plena libertad de secesión (Lenin 1973, destacados en el original).

La oposición al imperialismo llevó a Lenin y a los bolcheviques a ser el primer partido político que instauró el derecho de autodeterminación nacional, una política que pusieron en práctica al reconocer la independencia de Finlandia en 1917. Este país había quedado bajo dominación rusa en 1812, pero tras la caída del zar surgieron partidos políticos que reclamaban la independencia. A esta demanda se opuso el Kadete, el partido burgués que encabezó temporalmente el gobierno ruso.

Sin embargo, como líder del nuevo gobierno soviético, Lenin afirmó “el derecho de Finlandia, como el de todas las naciones oprimidas, a separarse de Rusia… Si estamos realmente en contra de las anexiones, debemos decir: dad a Finlandia el derecho de secesión” (Lenin 1964, destacados en el original). Cuando el parlamento finlandés declaró la independencia el 6 de diciembre de 1917, el partido bolchevique ratificó pocos días después la libertad de Finlandia. El órgano supremo de los soviets, el Comité Ejecutivo Central de Toda Rusia (ARCEC 1917), aprobó la declaración finlandesa, que dice:

El pueblo de Finlandia, por este acto, tomó su destino en sus manos: una medida justificada y demandada por las condiciones actuales. Los habitantes de Finlandia sienten que no pueden cumplir con su deber nacional ni las obligaciones humanas universales, sin una completa autonomía. El deseo de un siglo de antigüedad por la libertad espera ahora su cumplimiento, el pueblo de Finlandia tiene que dar un paso adelante como nación independiente entre las demás naciones del mundo.

Otras naciones que se hallaban bajo la dominación colonial zarista se integraron en la Unión Soviética formando una unión de Estados federados, incluida Ucrania. La relación de Rusia con sus antiguos territorios coloniales bajo el régimen soviético tuvo consecuencias positivas y negativas. No obstante, la posición bolchevique sobre la autodeterminación fue adoptada por la Internacional Comunista y los partidos comunistas de todo el mundo.

Establecido como principio socialista, el apoyo a la independencia y la autodeterminación de las naciones colonizadas se convirtió en un contrapeso frente al imperialismo occidental. Dado que el control colonial directo desapareció bajo la marea de revoluciones que se extendió por el mundo tras la Segunda Guerra Mundial, el apoyo a la liberación nacional pasó a ser una línea divisoria clave entre el bloque socialista y Occidente.

Vista la actual invasión rusa de Ucrania y el desdén expresado por Putin hacia Lenin, es importante reexaminar el punto de vista de este último sobre Ucrania. En un artículo publicado en Pravda en 1917, Lenin escribió:

Ningún demócrata podrá negar el derecho de Ucrania a separarse libremente de Rusia. Solo el reconocimiento absoluto de este derecho nos permite abogar (...) por la asociación voluntaria de los dos pueblos en un solo Estado (…)  Defendemos la más estrecha unión de los trabajadores del mundo contra los capitalistas propios y de todos los demás países, pero para que tal unión sea voluntaria, el obrero ruso, que no confía ni por un minuto en la burguesía rusa ni en la ucraniana, defiende hoy el derecho de los ucranianos a la separación, sin imponer su amistad, sino esforzándose por ganar su amistad al tratarlos como iguales[6] Ningún demócrata, y mucho menos un socialista, se atreverá a negar la plena legitimidad de las demandas ucranianas. Y ningún demócrata puede negar el derecho de Ucrania a separarse libremente de Rusia. Únicamente el reconocimiento incondicional de este derecho permite abogar por una unión libre de los pueblos de Ucrania y Rusia, una asociación voluntaria de los dos pueblos en uno. Únicamente el reconocimiento incondicional de este derecho permite romper efectivamente y de forma completa e irrevocable con el maldito pasado zarista… Los demócratas revolucionarios de Rusia, si quieren ser verdaderamente revolucionarios y verdaderamente demócratas, han de romper con el pasado, han de recuperar para ellos mismos, para los obreros y campesinos de Rusia, la confianza fraternal de los obreros y campesinos ucranianos. Esto no lo conseguirán sin el pleno reconocimiento de los derechos de Ucrania, incluido el derecho de secesión (Lenin [1917] 1977, cursivas en el original).

Lenin deja claro que todo lo que no sea una asociación voluntaria entre Rusia y Ucrania constituiría un vínculo directo con el imperio colonial zarista; y que la unidad de la clase obrera rusa y ucraniana se basa en el pleno reconocimiento del derecho de secesión de Ucrania. La invasión rusa actual viola todos los principios socialistas articulados por Lenin y los bolcheviques, pues pretende una integración forzosa, basada en la guerra y la violencia.

Lenin también tachó de chovinismo gran ruso la incorporación del Cáucaso en la Unión Soviética, acusando a Yosif Stalin, Félix Dzershinsky y Sergo Ordshonikidze de comportarse como matones rusos frente a los bolcheviques y otros socialistas de esta región colonial. Había fuertes presiones del nacionalismo georgiano, calificado de desviación socialnacionalista y considerado una grave amenaza por parte de los tres líderes bolcheviques responsables del territorio. Esto condujo a la supresión violenta de algunas fuerzas locales. Sin embargo, Lenin, quien apoyaba la unidad voluntaria dentro de un Estado federal, insistió en resaltar la diferencia entre el nacionalismo de una nación opresora y el de una nación oprimida. Agudizó la controversia escribiendo que “aquí tenemos una importante cuestión de principios: cómo debe entenderse el internacionalismo” (Lenin 1922). Argumentó que dado que

los nacionales de una nación grande han cometido casi siempre, en la práctica histórica, un número infinito de actos de violencia… Es necesario compensar a los no rusos por la falta de confianza, por la sospecha y los insultos a que el gobierno de la nación dominante los sometió en el pasado… Por eso el internacionalismo por parte de los opresores de las naciones grandes… debe consistir no sólo en el respeto de la igualdad formal de las naciones, sino también en una desigualdad de la nación opresora… Quien no entienda esto no ha captado la verdadera actitud proletaria ante la cuestión nacional. (Lenin 1922)

Lenin criticó en particular a Stalin al afirmar que “la prisa de Stalin y su obsesión por la pura administración, junto con su resentimiento frente al famoso socialnacionalismo, han resultado fatales en este caso”. Y que Stalin “lanza sin ton ni son acusaciones de socialnacionalismo (cuando él mismo es un verdadero socialnacionalista e incluso un vulgar matón gran ruso), viola en sustancia los intereses de la solidaridad de clase proletaria” (Lenin 1922). Lenin defendía la asociación voluntaria y el derecho de secesión. Según él, el principio “por el que nos justificamos no sería más que un trozo de papel, incapaz de defender a los no rusos frente a las arremetidas de ese verdadero hombre ruso, el chovinista gran ruso, sustancialmente un canalla y un tirano” y que los obreros soviéticos “se verían arrastrados a un rifirrafe chovinista gran ruso como una mosca a la leche” (Lenin 1922). Lo que pasó a conocerse como el “caso georgiano” retrasó nueve meses la creación de la Unión Soviética, aunque Ordshonikidze mantuvo su liderazgo en el Cáucaso hasta 1926.

Han sido la defensa de la independencia y la autodeterminación por parte de Lenin y su condena del chovinismo gran ruso las que llevaron a Putin a repudiar las “insufribles fantasías utópicas inspiradas por la revolución, que son absolutamente destructivas para un Estado normal”. El Estado normal de Putin incluye Ucrania, que “Lenin y sus socios (crearon) de una manera que fue extremadamente dura con Rusia, al separar, amputar lo que es históricamente tierra rusa” (Tuğal 2022). En otras palabras, Ucrania no tiene derecho a una existencia independiente.

El imperio ruso no fue nunca un imperio transoceánico como Gran Bretaña o Francia, sino fruto de una expansión territorial terrestre. Como señaló Lenin, “Rusia marcó un récord mundial de opresión de naciones a base de un imperialismo que es mucho más grosero, medieval, económicamente atrasado y militarmente burocrático” (Lenin 1974). Estas regiones históricamente colonizadas son las que Putin, actuando como un “matón gran ruso”, considera parte del “Estado normal” de Rusia”.

Independencia y autodeterminación para el Sur global

Para las y los comunistas, esta postura favorable a la independencia y la autodeterminación ha sido un factor clave para unir a los pueblos coloniales oprimidos con la clase obrera occidental. Siendo jóvenes revolucionarios en París, Chou Enlai, Deng Xiaoping y Ho Chi Minh se sintieron atraídos por la causa comunista, en parte, gracias a la posición soviética sobre los países coloniales. Bajo el liderazgo de Lenin, la Internacional Comunista exigía el anticolonialismo como condición para formar parte de ella. Ho Chi Minh escribió en su informe de 1924 para la Internacional:

De acuerdo con Lenin, la victoria de la revolución en Europa Occidental depende de su estrecho contacto con el movimiento de liberación nacional contra el imperialismo en las colonias y en los países dependientes; la cuestión nacional, como Lenin nos enseñó, forma parte del problema general de la revolución proletaria… (Ho 1924).

No obstante, Ho estaba furioso por la falta de apoyo a los pueblos coloniales por parte de los partidos comunistas occidentales, y buena parte de su informe se centró en este problema. Así, declaró:

En cuanto a nuestros partidos comunistas de Gran Bretaña, Países Bajos, Bélgica y otros países, ¿que han hecho para lidiar con las invasiones coloniales perpetradas por la clase burguesa de sus países? ¿Qué han hecho desde el día en que aceptaron el programa político de Lenin para educar a la clase obrera de sus países en el espíritu del internacionalismo justo y el del contacto estrecho con las masas trabajadoras de las colonias? Lo que han hecho nuestros partidos en este terreno no vale casi nada. En cuanto a mí, nací en una colonia francesa y soy miembro del Partido Comunista Francés, y lamento mucho tener que decir que nuestro partido comunista no ha hecho casi nada por las colonias (Ho 1924).

Treinta años después, la lucha por la independencia de Vietnam desencadenó movimientos antiimperialistas en Europa y EE UU, uniendo efectivamente a sectores de la clase obrera occidental con los revolucionarios anticoloniales vietnamitas, movilizados tras el famoso lema de  Ho, “Nada es más precioso que la independencia y la autodeterminación”. No debemos olvidar esta lección ahora que Ucrania combate por su supervivencia y el peso de la responsabilidad recae sobre la izquierda internacional.

En la histórica conferencia de Bandung de países asiáticos y africanos, Chou Enlai habló de la independencia y la autodeterminación como principio rector de los países del tercer mundo. Chou (1955) afirmó lo siguiente:

Los países asiáticos y africanos, al oponerse al colonialismo y defender la independencia nacional, valoran tanto más sus derechos nacionales. Todos los países, grandes y pequeños, fuertes o débiles, debean gozar de los mismos derechos en las relaciones internacionales. Su integridad territorial y su soberanía deben respetarse y no violarse. Los pueblos de todos los países dependientes deben poder ejercer el derecho de autodeterminación nacional y no deben ser objeto de persecución y represión.

Y prosiguió:

Solo se puede preservar la paz mediante el respeto mutuo de la integridad territorial y la soberanía del otro. La violación de la soberanía y del territorio de cualquier país y la injerencia en sus asuntos internos pondrán en peligro inevitablemente la paz. Si las naciones garantizan que no cometerán ninguna agresión entre ellas, se crearán las condiciones para una coexistencia pacífica en las relaciones internacionales. Si las naciones garantizan que no interferirán en los asuntos internos de otras, será posible que los pueblos de estos países elijan su propio sistema político y su propio modo de vida de acuerdo con su voluntad (Chou 1955).

Además, Chou planteó cinco principios de la buena conducta internacional, a saber: respeto mutuo de la soberanía y la integridad territorial; no agresión; no interferencia en los asuntos internos de otras; igualdad y beneficio mutuo. La invasión rusa ha violado los cinco.

Contradicción principal y contradicciones secundarias

¿Cómo pueden ayudarnos estas lecciones a guiar nuestra orientación ante la invasión rusa y su complejo conglomerado de cuestiones y de historia? En este terreno es fundamental comprender qué es una contradicción principal y qué son contradicciones secundarias. Para ellos podemos remitirnos a Mao ([1937] 1975), quien explicó:

Cuando el imperialismo lanza una guerra de agresión contra uno de estos países, todas sus diversas clases, salvo algunos traidores, pueden unirse temporalmente en una guerra nacional contra el imperialismo. En ese momento, la contradicción entre el imperialismo y el país afectado pasa ser la contradicción principal, mientras que todas las contradicciones entre las diversas clases dentro del país… quedan relegadas temporalmente a una categoría secundaria o subordinada.

En Ucrania, la contradicción principal es la que enfrenta a Rusia con la resistencia ucraniana a la invasión. Otras contradicciones internas o externas de la sociedad ucraniana, como los derechos lingüísticos, el neoliberalismo del gobierno de Volodímir Zelensky, los neofascistas que participan en el combate contra el ejército ruso y la implicación de la OTAN, son contradicciones secundarias. Mao ([1937] 1975) fue muy claro en esta cuestión.

No cabe duda de que que todas y cada una de las fases de desarrollo de un proceso solo existe una contradicción principal que prima sobre las demás… Por tanto, al examinar cualquier proceso complejo en el que coexisten dos o más contradicciones, debemos esforzarnos por discernir cuál es su contradicción principal… No debemos tratar como iguales todas las contradicciones en un proceso, sino que debemos distinguir entre la contradicción principal y las secundarias. Y en una contradicción determinada, sea principal o secundaria, ¿deben tratarse por igual ambos aspectos contradictorios? Una vez más, no.

Mao escribió Sobre la contradicción en 1937, el año en que el Partido Comunista Chino (PCC) estableció el Segundo Frente Unido con el Kuomintang (KMT). Está claro que Mao escribió en el contexto de la invasión y ocupación de China por las tropas japonesas y sostuvo que lo que había sido la contradicción principal entre el PCC y el KMT pasó a ser entonces una contradicción secundaria. Antes de eso, el KMT había sido tildado de “lacayo del imperialismo” y contaba con el apoyo de Gran Bretaña y EE UU. El PCC y el KMT se habían enfrentado en una cruenta guerra civil durante más de un decenio que comportó la pérdida de las zonas en que el PCC tenía su base campesina y dio pie a la amarga Larga Marcha a Yan’an. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la contradicción principal volvió a darse entre el PCC y el KMT, reanudándose la guerra civil hasta la victoria comunista.

Esto no quiere decir que las contradicciones secundarias carezcan de importancia y no merezcan atención; como demuestra la experiencia china, una contradicción secundaria puede convertirse en principal y viceversa. Pero para desarrollar una estrategia política y una orientación táctica correctas, es preciso comprender cuál es en cada momento la contradicción principal.

Las contradicciones adoptan muchas formas. A menudo, la contradicción principal se da entre las clases dentro de un país. O a veces entre Estados, como el caso de Cuba enfrentada durante décadas a la hostilidad de EE UU y sus intentos de destruir su revolución. El peligro principal que afronta el pueblo ucraniano es a todas luces la invasión rusa y constituye la contradicción principal en el contexto de la guerra. Del mismo modo, en la guerra de Irak la contradicción principal se situó entre el imperialismo estadounidense y el pueblo iraquí, no entre suníes y chiíes. Las contradicciones internas políticas y de clase en Ucrania no carecen de importancia, pero en las condiciones de una invasión extranjera pasan a ser secundarias. Por consiguiente, defender la independencia y la autodeterminación debe ser nuestro principal objetivo.

Actualmente hay sectores de la izquierda que sostienen que la contradicción principal radica en una guerra por delegación entre EE UU/OTAN y Rusia. Con ello minimizan el papel del pueblo ucraniano y culpan a Occidente de provocar la invasión rusa. La OTAN ha sido agresiva al expandir la alianza hacia el este y sin duda las tensas relaciones entre Rusia y EE UU constituyen un factor en esta guerra. Pero estos problemas no ocultan la flagrante violación por parte de Rusia de la independencia de Ucrania. Rusia ha dejado claro que se trata de una guerra de anexión al declarar que el este de Ucrania y Crimea forman parte de su territorio nacional. En este punto conviene revisitar a Lenin cuando escribió:

¿Por qué los socialdemócratas estamos en contra de las anexiones? Desde nuestro punto de vista, la respuesta es evidente: porque la anexión viola la autodeterminación de las naciones, o dicho de otro modo, es una forma de opresión nacional (Lenin 1974).

El argumento de la guerra por delegación plantea varios problemas. Para empezar, considerar que todos los conflictos en el mundo son guerras por delegación entre grandes potencias tiene su origen en la escuela realista del pensamiento imperialista. Durante mucho tiempo influyó de modo importante en las esferas dirigentes de EE UU, siendo sus principales paladines George Kennan y Henry Kissinger. A lo largo del periodo de revueltas revolucionarias del tercer mundo, desde la independencia de China hasta las guerras de Vietnam y Argelia y las luchas de liberación en África, las potencias imperialistas caracterizaban estos enfrentamientos de guerras por delegación entre la Unión Soviética y Occidente, especialmente EE UU. Aunque la Unión Soviética y China prestaban ayuda material a las fuerzas de liberación y EE UU trataba de preservar el sistema imperialista global, la contradicción principal se puso de manifiesto con la famosa declaración de Mao de que  “los países quieren independencia, las naciones quieren autodeterminación, los pueblos quieren revolución”. Los pueblos de China, Vietnam, Sudáfrica, Cuba y todos los demás movimientos de liberación no lucharon para los soviéticos, sino por su propia causa justa.

El punto de vista realista sobre la guerra por delegación tiene sus raíces en una visión imperialista del mundo que niega el papel de los pueblos colonizados como protagonistas de su propia liberación. Puesto que todos los conflictos son guerras por delegación entre grandes potencias, los pueblos que luchan por su liberación nacional son instrumentos de una u otra potencia. Los realistas preconizan acuerdos entre las potencias dominantes, la creación de esferas de influencia y la división del mundo en bloques. No ha lugar a un orden mundial multicéntrico basado en la soberanía y la autodeterminación de todas las naciones. Los realistas de izquierda aceptan este juicio fundamental sobre el mundo.

Por tanto, hace falta que examinemos la posición realista de izquierda sobre Ucrania que sostiene que la invasión rusa fue un acto defensivo causado por el hecho de que una OTAN agresiva busca rodear a Rusia y que, además, sus misiles amenazan a Rusia al desplazarse más cerca de sus fronteras. Según los realistas de izquierda, estos hechos convierten la invasión rusa en una guerra por delegación entre EE UU y Rusia.

Efectivamente, existen antagonismos entre Rusia y la OTAN, pero la visión realista de izquierda está fatalmente sesgada. Desde el punto de vista de los antiguos Estados soviéticos, pequeños y medianos, como Ucrania, Letonia y Lituania, es Rusia quien les amenaza con uno de los ejércitos más grandes del mundo y el arsenal de armas nucleares más grande del planeta. La OTAN debería haberse disuelto después de que lo hiciera el Pacto de Varsovia, y podría haberse negado a incorporar a las antiguas repúblicas soviéticas y del bloque del este, pero difícilmente puede decirse que obligaron a estos países a unirse a ella. Pese a que Rusia lo vio como una iniciativa agresiva en su esfera de influencia, los países tienen derecho a aliarse con quien quieran. ¿Es extraño que prefirieran la Unión Europea a un Estado petrolero autoritario? Los realistas de izquierda prefieren que estos pequeños Estados se arrodillen ante Rusia y reconozcan los temores legítimos de Putin, mientras su antigua potencia colonial dominante no reconoce sus temores legítimos.

La identificación de la contradicción principal tiene importantes consecuencias prácticas que revelan la existencia de diferentes visiones en la izquierda. Si la contradicción principal se da entre Ucrania y Rusia, la primera tiene derecho a defenderse y a obtener armas. Del mismo modo que Vietnam tenía derecho a obtener armas chinas y soviéticas para defenderse de la invasión estadounidense. De hecho, una boicot internacional del suministro de armas a Ucrania no significaría nada más que la derota de esta y su anexión efectiva por parte de las fuerzas rusas. En cuanto a la finalización de la guerra, Ucrania debe ser la negociadora principal sobre su propio destino y llevar la voz cantante a la hora de definir su propio futuro.

Por otro lado, si se sostiene que la contradicción principal se da entre EE UU y Rusia, la suspensión de los envíos de armas occidentales resulta primordial, porque supone una peligrosa escalada entre las principales potencias. Siguiendo esta lógica, las negociaciones entre EE UU y Rusia pasarían a ser la clave de cara al fin de la guerra. En efecto, la posición realista atribuye al pueblo ucraniano un papel subordinado en un conflicto en que lucha por su supervivencia nacional.

Identificar la contradicción principal también determina la comprensión de los acontecimientos que condujeron al estallido de la guerra. Si EE UU es el principal instigador, la revuelta de Maidán pasaría a ser un golpe de Estado organizado por EE UU más que un hecho provocado por contradicciones internas relativas a la corrupción por parte de unos oligarcas favorables a EE UU o a Rusia. Y el deseo de ingresar en la Unión Europea y la OTAN pasaría a ser una agresión occidental, más que la expresión de un temor a Rusia por parte de Estados fronterizos pequeños y medianos. Al situar la contradicción principal en una agresión estadounidense contra Rusia, los realistas de izquierda se alinean con el chovinismo de gran potencia, que sostiene que todos los conflictos se definen por la rivalidad entre grandes potencias. En el camino se ha perdido la autodeterminación de Ucrania.

La comprensión de las tensiones entre EE UU y Rusia como contradicción secundaria no equivale a negar la realidad de la rivalidad entre grandes potencias. Admite incluso que EE UU debe formar parte de las negociaciones, que EE UU se inmiscuyó en la revuelta de Maidán y que la OTAN fue agresiva al expandirse hacia el este. Sin embargo, esto no soslaya el hecho de que la invasión rusa constituye el problema principal ni relega a Ucrania a un papel subordinado ni su plena independencia a una cuestión secundaria, que deberá determinarse mediante un acuerdo entre grandes potencias.

Finalmente, cuando los realistas de izquierda aceptan que las preocupaciones de Rusia por su seguridad fueron lo que motivaron la invasión, debilitan nuestra capacidad de convencer a la gente a que adopte una posición antiguerra cuando EE UU alegue exactamente las mismas razones de seguridad para su próxima invasión. La reafirmación del inveterado principio de independencia y autodeterminación debe mantenerse como una clara línea divisoria entre la visión del mundo socialista y la imperialista.

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Traducción: viento sur