Enrique del Olmo
El pasado 28 de noviembre se presentó en Madrid la Red Europea (RESU) e Ibérica (RISU) de solidaridad con Ucrania. Las redes de solidaridad son agrupamientos de activistas y colectivos que en conexión con organizaciones de la emigración ucraniana desarrolla actividades de apoyo, sensibilización y solidaridad con la población y con la resistencia ucraniana. El 13 de septiembre acompañaron a una delegación de los sindicatos de Ucrania y su visita recabando la solidaridad de los trabajadores españoles y de sus organizaciones sindicales, de las cuales ha sido la UGT la más implicada en el apoyo a la Ucrania que resiste a la agresión de Putin.
Un halo de preocupación y de una cierta desesperanza recorre a los ucranianos que contemplan cómo los apoyos de los países son insuficientes y cómo la solidaridad de los pueblos no se manifiesta con rotunda claridad. La misma expansión de las redes se encuentra con las dificultades y muchas veces la incomprensión de aquellos sectores que, en general, son proclives a la solidaridad cuando se habla de la agresión imperialista de Putin; otros miran para otro lado o envuelven su distancia en un importante volumen de “razones históricas o geopolíticas”: carácter del gobierno Zelenski, agresividad de la OTAN, intereses de la industria militar, peligros para Rusia ... Con ello bajo una montaña de palabras buscan no definirse clara y frontalmente contra la agresión de Putin o hacerlo bajando la voz o limitar sus solidaridades a la denuncia, imprescindible, del genocidio en Gaza o del gobierno criminal de Netanyahu.
Ambas guerras tienen en común el expansionismo colonial o imperial, masacrando territorios, segando vidas y negando el derecho a la existencia del pueblo palestino o ucraniano. Otro ejemplo del cinismo imperante es utilizar la bandera de la paz para negar apoyos de todo tipo, militar incluido, a la resistencia ucraniana, obviando la diferencia radical entre agresor y víctima, y que el abandono del apoyo a Ucrania significa la victoria de Putin y la utilización del derecho de “conquista”, cercenando el territorio ucraniano.
El mensaje que hemos escuchado tanto a los sindicalistas, a las feministas ucranianas (en el magnífico documental que se encuentra en Youtube, Con Ucrania, perspectiva feminista), como de las organizaciones de solidaridad es claro: “en Ucrania se juega Europa, la paz, la soberanía de los pueblos y los derechos de las personas”.
Particularmente conmovedor ha sido el testimonio que nos han ofrecido desde la organización ucraniana de solidaridad en España Unimos corazones sobre las deportaciones de niños ucranianos a Rusia. Algo que nos recuerda con particular virulencia a los procesos de deportación del nazismo y del estalinismo y que nos sigue poniendo los pelos de punta y sin embargo está volviendo a suceder.
Cientos de miles de niñas y niños quedaron atrapados en los territorios ocupados donde se les somete a adoctrinamiento y rusificación forzosa; decenas de miles fueron deportados y una parte fue adoptada por familias rusas, en un proceso cuasi-industrial, perfectamente urdido, planificado y organizado por el régimen con ayuda de cuadros de Rusia Unida, partido gobernante. Su objetivo, además de remediar el declive demográfico que vive Rusia, es borrar a Ucrania de la memoria de esas criaturas y convertirles, al menos a algunas, en jenízaros que algún día luchen contra su antigua patria
Por Ucrania, por su libertad y la nuestra (PLU) fue la primera asociación que alertó a la opinión pública y al gobierno francés sobre la deportación y adopción de niñas y niños ucranianos en Rusia. Su primera comunicación a la Corte Penal Internacional (CPI) contribuyó en gran medida a la emisión, el 17 de marzo de 2023, de órdenes de arresto contra Vladimir Putin y su "comisionada para los derechos de la infancia", María Lvova-Belova. Los hechos fueron calificados entonces por la CPI como crimen de guerra. Desde entonces, durante más de un año de investigación, los equipos de PLU, con apoyo de RusiaLibertades, han examinado un millar de documentos procedentes de las cuentas Telegram y VKontakt de los "planificadores" del consejo general de Rusia Unida, el partido de Putin, y de los coordinadores de las regiones ocupadas. En esta investigación quedó demostrado el deseo genocida de erradicar la identidad ucraniana de los territorios ocupados.
Es imposible cuantificar con precisión la magnitud de las deportaciones. Si antes del 24 de febrero de 2022 había en Ucrania 7,5 millones de niñas y niños, hoy quedan 3,2 millones. El resto están refugiados en Europa, han muerto o han sido deportados a Rusia. Cruzando fuentes (ucranianas, occidentales y rusas) se estima que más de 300.000 criaturas fueron deportadas. Cifra aún mayor si nos basamos en los datos de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que estima en 3 millones el número de personas trasladadas a Rusia. Sabiendo que en 2021 el 15% de la población tenía menos de 14 años y el 20% menos de 19 años, esto representaría un total de 450.000 menores. Con un cinismo escalofriante, las autoridades rusas alardean de que sus "acciones humanitarias" han acogido ¡a más de 700.000 personas!
La rusificación va acompañada de incentivos y de medidas coercitivas. El juramento de lealtad está condicionado a la renuncia a la nacionalidad ucraniana. La anexión de las regiones ocupadas, a partir de los referendos de septiembre de 2022, elimina cualquier obstáculo legal a la adopción de menores ucranianos no acompañados al permitir su naturalización expeditiva. Estas disposiciones se completan con las del decreto del 17 de mayo de 2023 llamado Estrategia para la seguridad global de la infancia hasta 2030. Elaborado por la Comisión para la Protección de la Familia, la Maternidad y la Infancia de Rusia Unida, el decreto ratifica las prácticas de las autoridades de ocupación regionales. Cualquier persona refractaria puede ser detenida o deportada. La rusificación de los territorios a través de la escolarización viene siendo organizada desde que el 1 de septiembre de 2022 comenzó el año escolar. La movilización de todos los recursos del aparato estatal ruso ilustra perfectamente el deseo de erradicar la identidad ucraniana.
Las escuelas se convierten en el objetivo prioritario de Rusia Unida y del Ministerio de Educación Nacional. Los menores ucranianos se enfrentan a un sistema educativo enteramente sujeto a "estándares rusos". La semana comienza con el himno y el izamiento de la bandera rusa. Una revisión total de la educación, impartida exclusivamente en ruso, con lecciones patrióticas obligatorias, marca el ritmo de la jornada de la juventud ucraniana. La represión a gran escala recae sobre el personal educativo recalcitrante. Muchos profesores son "reciclados" en centros especializados en Rostov, Crimea o… desaparecen. Las purgas afectan a los directores de escuelas, pero también a bibliotecas y museos, con el fin de restablecer la "verdad histórica" tan querida al Ministerio de Educación de Moscú. Afluyen libros y manuales desde la Federación Rusa. Entre ellos, Vivir es servir a la patria. Esta obra, emanada directamente del Patriarcado Ortodoxo de Rusia y catalogada como libro infantil, se convierte en el nuevo breviario del sistema educativo. Alienta a los estudiantes a unirse a una organización militarpatriótica.
En todo los aspectos se manifiesta el papel organizativo de Rusia Unida en un proceso planificado y sistemático de deportación y adopción forzosa de menores ucranianos en Rusia. Objetivo privilegiado de los planificadores rusos, bajo la responsabilidad directa del Kremlin y de Lvova-Belova, los menores no acompañados (niñas y niños) han sido buscados sistemáticamente, desde el inicio de la invasión rusa, en las instituciones de la Ucrania ocupada. Luego son llevados en tránsito a Moscú para ser entregados en adopción en varias regiones de Rusia. Como el Kremlin no proporciona ninguna información, contrariamente a las normas internacionales, es imposible saber el número de niñas y niños ucranianos adoptados en Rusia. Posiblemente sea mayor a lo estimado por ONGs como Save Ukraine, que trabajan para identificarlos e intentan repatriarlos. Sin embargo, parece que las adopciones han disminuido desde las órdenes de arresto emitidas por la CPI contra Vladimir Putin y Maria Lvova-Belova. La extensión de las órdenes de detención a toda la cadena de responsables del poder ruso y la reclasificación de los hechos como crímenes contra la humanidad son una emergencia absoluta. En espera de decisiones de la CPI,así lo diremos el 20 de noviembre, Día Internacional de los Derechos de la Infancia. Más allá de la presión ejercida sobre el poder ruso, esta campaña podría ser un momento importante para recordar –frente a quienes hablan constantemente de cuestiones geopolíticas– la monstruosidad del régimen de Putin y para dar apoyo esencial a la resistencia ucraniana