¿Cañones y mantequilla a la vez? El problema es el capitalismo {Alfons Bech}

Author

Alfons Bech

Date
March 15, 2025

El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, ha defendido hoy que “España está preparada para cumplir con el presupuesto en defensa del 2% del PIB”. Pero además de decir esto se ha comprometido a afrontar ese rearme con una mirada “progresista”. Para que no quedara duda ha dicho que no habrá “ningún ajuste a la baja” en el Estado de bienestar. “No vamos recortar ni un céntimo de euro en política social”.

Es, sin duda, un discurso diferente a la mayor parte de gobiernos europeos y, no digamos, a los discursos de Mark Rutte, secretario general de la OTAN, de la presidenta de la Unión Europea, Von der Leyen, o de los jefes de la actual administración de Estados Unidos, Trump y Musk. Sánchez se erige como el ala de la socialdemocracia más a la izquierda en Europa en clara confrontación con el ala semifascista de los países imperialistas.

Así, mientras la mayoría de gobiernos norteamericano, ruso o europeos, están planteando una política de rearme basada en la vieja elección que llevó a desastres como la primera y segunda guerra mundial, de “cañones en lugar de mantequilla”, Sánchez propone “cañones y mantequilla” a la vez. Elevar el presupuesto militar sin tocar “ni un céntimo” el gasto social. Ante esto aparecen dudas legítimas. La izquierda socialista y revolucionaria debemos tratar de responderlas. No podemos quedarnos al margen.

¿Hace falta rearme?

El rearme que se plantea es para hacer frente al expansionismo ruso, que ya ha mostrado su agresividad criminal con la invasión y guerra que está llevando contra Ucrania. El imperialismo ruso no ha agredido el país vecino porque éste le hubiera atacado. Tampoco porque la OTAN le amenazara. La guerra contra Ucrania, que empezó en 2014 con la ocupación y anexión de Crimea y partes del Donbás, la está haciendo la Rusia de Putin en nombre de volver a recomponer el “mundo ruso”. Es decir, poner bajo su mandato a todos los países que tienen habitantes de habla rusa y, a partir de ahí, recomponer el viejo imperio de la época zarista y de la influencia y dominio sobre otros países de la época de la URSS estalinista.

Ese es el problema concreto a través del cual ha surgido todo este cambio mundial en estos últimos tres años. Cierto que un cambio en la era de la globalización ya se estaba gestando pues mostraba signos de agotamiento. Pero no podemos obviar lo concreto. Por tanto, lo que hubiera bastado con ayudar a Ucrania a defenderse eficazmente, con las armas que pedía para ello y a su tiempo, ahora se ha complicado. Hasta el punto que hay un cambio de alianzas entre los imperialismos más agresivos: ahora Rusia y Estados Unidos van de la mano para despojar Ucrania y para llegar a un acuerdo de "reparto del mundo”. De momento, dejando a China a un lado. Pero veremos cómo termina todo.

Rusia y Estados Unidos son ahora aliados contra Europa. Para ver cómo se sitúa cada uno dentro de ese ataque, Rusia amenaza a Europa directamente y Estados Unidos se desentiende de defenderla. El problema se sitúa aún no en el terreno de guerra militar en toda Europa, sino en la parte de Ucrania. Si Europa no defiende Ucrania y sustituye la ayuda militar de Estados Unidos, puede que asistamos a su partición, o capitulación. Eso no daría ninguna “paz” sino un periodo de inestabilidad mayor ya que, envalentonado el imperialismo ruso, proseguirá su agresividad en otros países. Y la excusa para Trump, Netanyahu, China y algunos más, para invadir otros.

Por tanto, ahí sí que Europa y la clase trabajadora de todos los países, incluida la misma Rusia, necesitan parar los pies de esa guerra imperialista de rapiña. Para eso sí hace falta rearmarse, producir armas y municiones en Europa mismo, en lugar de permanecer bajo la dependencia de Estados Unidos. Pero si hay que responder a una necesidad objetiva de la sociedad para defenderse lo que no debe hacerse es en forma de negocio. La industria armamentística debe ser nacionalizada y puesta bajo control democrático. En primer lugar, de sus mismos trabajadores. Son ellos y ellas quienes saben a dónde van a parar las armas, los costos, los abastecimientos, qué se puede y qué no se puede hacer. Es decir, ante una necesidad de defensa, necesitamos un control democrático para que no sea convertida en un negocio y venta de armas a países que las usan contra otros pueblos, como ocurre con Israel o Arabia Saudí.

¿Rearme para qué?

Si PP y Vox se oponen hoy a Sánchez en ese aspecto es sólo porque quieren derribar el gobierno a toda costa y necesitan aprovechar cualquier división del bloque parlamentario que lo apoya. Nada más lejos del PP que oponerse a un rearme. Por otro lado, la derecha del PNV ha dado el apoyo. Y la de Junts no ha dado apoyo, pero está de acuerdo con un rearme europeo. Pero, se pinte como se pinte, ninguno de los partidos de derechas está de acuerdo en no recortar el gasto social. En ese sentido las derechas españolas, catalana, vasca, sí están más en la línea de la mayoría conservadora, liberal o incluso socialdemócrata europea.

Pero ¿qué dice la izquierda de ese bloque de apoyo al gobierno? La mayoría de esos partidos no están de acuerdo con el rearme europeo. Y añaden que es nombre de la “paz”. Una paz que dejan en manos de dos mafiosos como Trump y Putin, aunque no les gusta. Pero no tienen alternativa de izquierdas. Frente a una guerra real que invade un país, que asesina por miles ciudadanos, que secuestra niños, que cambia fronteras, que anula la cultura e idioma de un país soberanos, que pisotea cualquier resolución internacional sea de la ONU, de Tribunal Penal Internacional, se lamentan de los miles de muertos, pero no proponen más que una “paz” basada en negociaciones…de Trump y Putin.

La camiseta y declaraciones de Ilone Belarra, de Podemos, al salir de la conversación con Sánchez decía: “No a la guerra”. Como eslogan contra la guerra de Estados Unidos en Irak, estaba muy bien. Pero ¿y la de Rusia contra Ucrania? Sin posicionarse al lado del oprimido contra el opresor, sólo puede haber una “paz”: la de los cementerios, la paz impuesta del imperialismo, no una paz justa. ¿Es eso lo que entiende Belarra por “paz”? ¿Hay que dejar sola a Ucrania frente al régimen semifascista de Putin, como Inglaterra y Francia dejaron sola a la República frente al fascismo durante la revolución española?

Ese debe ser un rearme selectivo, no general, no para ampliar o modernizar todos los ejércitos. Aumentar los ejércitos es prepararse para ampliar las guerras y, en todo caso, pueden ser usados contra el propio pueblo. Tampoco debe ser el punto de partida para intervenciones directas en Ucrania, a no ser que el propio gobierno ucraniano lo solicitara, cosa que nunca ha hecho, y tendría que verse en qué marco y condiciones. No: hoy se trata de ayudar eficazmente a que Ucrania rechace la invasión, que las tropas rusas tengan que salir de todos los territorios ocupados y, en definitiva, que la aventura militarista rusa sea derrotada y acabe en una crisis política que facilite un cambio de régimen en Rusia.

¿En qué debe basarse la seguridad?

Sánchez ha mencionado que el problema va más allá del rearme y la autodefensa: la seguridad. En efecto, nadie puede sentirse tranquilo cuando tiene como vecino un abusador, un maltratador y un ladrón que, además, no actúa sólo lejos del barrio sino, también, entre los vecinos. Más aún si este matón y ladrón vemos que se alía con el mayor de los matones: Trump. Aunque estamos en una sociedad capitalista necesitamos organizar algún tipo de defensa que sea capaz de disuadir o, en el peor de los casos, repeler, cualquier ataque del matón.

Pero la seguridad no es sólo ni principalmente los ataques desde fuera. Sobre todo, los enemigos de los pueblos democráticos y la clase trabajadora actúan desde dentro, tienen “quintacolumnistas” ultraderechistas y neofascistas dentro de cada nación europea. Algunos ya tienen el poder, como en Hungría o Italia. En otros países avanzan rápidamente, como en Alemania, Dinamarca, Francia, España… Sus avances no son por casualidad sino porque tienen el apoyo de una verdadera “internacional neofascista”.

Por tanto, la seguridad se basa en una defensa de ambos aspectos: la militar y la defensa de un tipo de sociedad socialmente cohesionada, con salarios dignos, con derechos, con salud, alimentación y vivienda asegurada como derechos, con cultura, con tiempo para participación de la ciudadanía en todos los terrenos de decisiones. De ahí que no sólo se trata de “no recortar” derechos sociales, sino de avanzar mucho más en ellos. Cuando la precariedad, la pobreza, la inseguridad en el futuro o la desinformación están haciendo estragos en la población, el giro que hay que dar es revolucionario. Eso exige medidas contundentes. Sino avanzará la extrema derecha y el fascismo con su demagogia. Las izquierdas socialistas deben dar respuesta ahí.

¿Quién debe pagar?

Claramente para este tipo de rearme en favor de la derrota de Rusia y en favor de avanzar en la seguridad y calidad de vida de la mayoría de la población, deben pagar los ricos. Y, por encima de todos, los ultrarricos. Sólo ellos. Son estas nuevas élites superpoderosas las que alientan este nuevo reparto del mundo a su favor. Son los que están detrás de múltiples guerras y conflictos con el saqueo de recursos naturales, venta de armas o expolio financiero de la deuda. Son ellos quienes financian la extrema derecha y su racismo y machismo para fomentar la división de la clase trabajadora. Son los que han obtenido más beneficios en los últimos años. Y, como descarados cerdos, muestran su riqueza al mundo con videos como el Resort de la franja de Gaza. Ni tienen humanidad ni les importa cómo quede el mundo después de ellos. Putin, Trump, Musk son los más destacados, pero en España y cada país los tenemos.

Por tanto, la única opción de izquierdas, la sensata si no queremos hundir la clase trabajadora en la pobreza, desesperación y lumpenproletariado, es una opción revolucionaria. Es orientarse hacia un cambio de sistema. Porque es el sistema capitalista quien no puede prescindir de guerras y destrucción de las fuerzas productivas y la naturaleza. Forma parte de su esencia, su adn. Ninguna fórmula de reforma dentro del sistema capitalista puede ya satisfacer las exigencias de la humanidad. La clase capitalista en su conjunto debe ser expropiada si la humanidad quiere vivir libre, decentemente y en paz. La sociedad debe ser reorganizada en base a la participación colectiva, social, del conjunto de capas trabajadoras, restableciendo en su justo lugar, de igual a igual, a la mujer, la juventud, la gente mayor.

Un tipo de sociedad así es la que debe repensar y organizar desde hoy la izquierda revolucionaria. Esa es la base para la resistencia a la guerra y a los planes del “quintacolumnismo” de tipo fascista. No creo que Sánchez vaya a hacer este tipo de política revolucionaria. Tampoco la ONU ni la UE. Sin embargo, en situaciones históricas muy complicadas, como la que nos encontramos, a veces se dan personajes que se ponen a favor de cambios necesarios. Depende de nosotros también, de la presión que reciben. Esta lucha debe surgir desde abajo y también a través del acuerdo de aquellos sectores que ven claramente la necesidad de una respuesta independiente de los actuales gobiernos, poderes e instituciones. Es decir, la verdadera izquierda. Eso no quita el apoyo puntual a toda reforma progresiva, como podría ser la reforma del consejo de seguridad de las Naciones Unidas o una ley de vivienda que expropiara a los grandes tenedores, por ejemplo.

Pero lo importante ahora es ponerse manos a la obra aquellos que, a escala internacional, ya están dando el apoyo a una paz justa en Ucrania, a una sociedad de tipo socialista, igualitaria, en harmonía con la naturaleza. Es decir, los que no han esperado a actuar en solidaridad, los que han sido capaces de empatizar con el agredido, a pesar de ser atacados de “pro-Otanistas”, “pro-nazis” o “belicistas” por sectores de una izquierda miope y alineada con Putin.

¿Cómo, dónde, cuándo? Hay que buscar todas las oportunidades para ello. Buscarlas activamente, el tiempo cuenta. La conferencia europea de solidaridad con Ucrania que se celebra en Bruselas los próximos 26 y 27, es una de esas oportunidades de oro.