Francesca Barca, Traducido por Elena Martín Gil
Los unos se muestran cada vez más indiferentes a la vida política por miedo o desánimo, mientras que los otros toman las armas para defenderse de la agresión rusa o tratan de evitar el servicio militar obligatorio. ¿Cómo viven los jóvenes rusos y ucranianos después de tres años de guerra? Reseña.
El periódico independiente ruso en el exilio Meduza dedica un largo artículo (basado en el original publicado en Signal, una newsletter en ruso) a las “personas que han alcanzado la mayoría de edad y ahora constituyen la cohorte de jóvenes adultos que heredarán lo que venga después de Putin”: se trata de un grupo al que la prensa llama, quizá de forma inapropiada, “generación Putin”. El líder ruso lleva en el poder desde 1999, primero como primer ministro y después como presidente, lo que hace un total de 26 años.
En varios estudios se afirma que estas personas son cada vez más apáticas y despolitizadas: “Los investigadores lo achacan al hecho de que esta generación creció durante una ‘limpieza’ general del campo político por parte de Putin y sus aliados”. El sociólogo Iskender Yasaveyev explica en el texto que “los estudiosos abordan la cuestión de la ‘generación Putin’ con gran cautela” porque, señala, “con la llegada de Putin al poder no surgió una política juvenil unida”. Asimismo, “el concepto de ‘juventud’, incluyendo su definición legal, ha cambiado varias veces: aunque inicialmente hacía referencia a las personas de entre 14 y 30 años, más tarde se elevó a 35 y acabará por ascender a 38”.
Con las protestas de 2011-2012, las autoridades rusas aumentaron sus “programas patrióticos” y su presencia en Internet; con la anexión rusa de Crimea y la guerra de Ucrania en 2014, estos programas adquirieron un carácter cada vez más militarista.
“Un sociólogo del Centro Levada de Derechos Humanos, que ha pedido mantener su anonimato, afirma que las encuestas no muestran que los jóvenes rusos apoyen al Gobierno: “Desde 2022, todo el mundo tiene muy claro lo que se puede y lo que no se puede decir en público. Las respuestas de los jóvenes en las encuestas de opinión no reflejan lo que realmente creen, sino lo que piensan que es aceptable creer y decir”, sobre todo teniendo en cuenta las durísimas sanciones.
Según el sociólogo, “los jóvenes rusos son el grupo más occidentalizado del país desde un punto de vista cultural. Esto es especialmente cierto porque son los que consumen la mayor parte de la cultura pop extranjera, y ni la política interior agresivamente antioccidental ni la propaganda estatal han conseguido poner freno a esta tendencia”. Según los estudios, los jóvenes rusos también siguen siendo el grupo demográfico más tolerante del país, a pesar de las prohibiciones de la “propaganda gay” y de la medida de las autoridades rusas de etiquetar a todos los grupos LGBTQ+ como “organizaciones extremistas”.
En los últimos 40 años, desde Afganistán (1979-1989) hasta Chechenia (de 1994 a 1996 y después de 1999 a 2009), pasando luego por Ucrania, la ciudadanía rusa ha tenido hombres en el frente prácticamente en todo momento.
Los jóvenes ucranianos y la guerra
“Ucrania, una juventud sacrificada” es el título de un documental del corresponsal de guerra Charles Comiti en el canal francés M6 sobre la vida y el crecimiento en tiempos de guerra. “Llevo filmando a estas nuevas generaciones que sueñan con un país libre desde los primeros días del conflicto y, cada vez que filmo, es la misma historia: esperanza, resiliencia, dolor... y rabia”, explica el periodista a Le Monde. Algunos de los jóvenes entrevistados por Comiti se han alistado “para que la guerra termine lo antes posible”, mientras que otros tratan de eludir el servicio militar obligatorio: “yo solo quiero ser un joven más”, cuentan.
Luke Harding, corresponsal de The Guardian en Kiev, habla de aquellos que ya no son capaces de soportar más la guerra: “La cifra exacta (de los que abandonan el ejército) es un secreto militar, pero los oficiales admiten que el número es elevado. Indican que es comprensible, dado que las tropas, agotadas, llevan meses sirviendo sin un descanso adecuado”.
En un reportaje de Léo Sanmarty, la cadena de televisión franco-alemana Arte habla de más de 15 000 desertores entre enero y agosto de 2024; cinco veces más que en 2022 y el doble que en 2023. En otro reportaje, la cadena se pregunta: “Tras dos años de conflicto, la sociedad ucraniana se enfrenta a un dilema: ¿cómo puede un país defenderse sin restringir la libertad de sus ciudadanos?”
El modelo de movilización de Ucrania
“A decir verdad, se trata de un gran problema. Es normal en una situación en la que ha habido tres años de gran guerra. La gente está agotada. Quieren ver a sus familias. No están viendo crecer a sus hijos. Las relaciones se resquebrajan. Las esposas y los maridos no pueden estar esperando eternamente. Se sienten solos”, explica a Luke Harding Olha Reshetylova, comisaria ucraniana para la protección de los derechos de los miembros de las fuerzas armadas. Reshetylova es una activista de los derechos humanos: el presidente Volodímir Zelenski la eligió para esta tarea el pasado diciembre para que los soldados pudieran denunciar las violaciones de sus derechos, explica The Kyiv Independent.
“Tenemos un legado postsoviético por el que el soldado es esclavo de su comandante, pero el ejército ucraniano se está transformando. Estamos intentando cambiarlo, hacerlo más moderno y más centrado en las personas”, explica Reshetylova. “En mi opinión, los ejércitos europeos son los que están ausentes de manera injustificada. No entienden (o no quieren entender) que esta también es su guerra”, concluye.
Para remediar la situación, el Parlamento ucraniano votó la abolición de las sanciones penales para los desertores (de 12 a 15 años de cárcel) en caso de que regresen a su batallón, con el restablecimiento total de las prestaciones. También se aprobó un proyecto de ley que permite a los miembros del ejército trasladarse a otras unidades, superando así los conflictos entre rangos inferiores y superiores. La movilización en Ucrania es ahora obligatoria para los hombres de entre 25 y 60 años.
En torno a 370 000 soldados ucranianos han resultado heridos, de los cuales más de 50 000 han sufrido amputaciones.
La historiadora francesa Anna Colin Lebedev, especializada en el espacio postsoviético, dedica un largo e interesante análisis en Le Grand Continent al modelo de movilización militar en Ucrania como espejo de la sociedad en su conjunto: “Solo el 18 % de los encuestados en un sondeo realizado en enero de 2024 afirmaron que la movilización era innecesaria o sustituible. Para el 82 %, las personas de su entorno consideran que la movilización es necesaria, pero solo si es justa”.
Como explica Colin Lebedev, “justa” significa tener una fecha de desmovilización (algo casi imposible de concebir hoy) y equitativa, es decir, que involucre a todas las clases sociales. “Sin embargo, sería un error interpretar las dificultades de reclutamiento del ejército ucraniano como una señal de que la sociedad está desmotivada, o de que se niega a resistir a Rusia. Estar de acuerdo con la guerra y estar de acuerdo con tomar las armas no son equivalentes: en el segundo caso, la cuestión de cómo tomar las armas es fundamental. Se trata de los valores de la sociedad y del tipo de relación que los ciudadanos tienen con su Estado y sus fuerzas armadas. La movilización para la guerra de hoy no puede hacerse con los sistemas de ayer, que fueron diseñados no solo para otras guerras, sino para sociedades que ya no existen. Ucrania nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre cómo afrontarían nuestras propias sociedades la necesidad de movilizarse para la guerra”.