Ishchenko: «Por ahora, la estrategia de los países occidentales se limita a enviar armas y poner sanciones»

El sociólogo ucraniano analiza en esta entrevista las consecuencias de la Revolución de Maidán y de la invasión rusa en la sociedad de su país.

Volodymyr Ishchenko (Ucrania, 1982) ha sido director adjunto del Centro de Investigaciones Sociales y Laborales y profesor del Departamento de Sociología del Instituto Politécnico de Kiev. En la actualidad, es investigador asociado en el Institute de Estudios de Europa del Este de la Universidad Freie de Berlín. Está especializado en movimientos sociales, nacionalismo y la extrema derecha. En este momento, trabaja en un libro colectivo sobre la Revolución de Maidán y analiza el contexto ucraniano en distintos medios de comunicación internacionales.

Le entrevistamos por videoconferencia sobre las consecuencias en la sociedad ucraniana de la invasión rusa, pero también de la transformación que ha vivido su país desde las protestas de Maidán de 2012-2014. Por ejemplo, la prohibición del Partido comunista en 2015, tras la aprobación de la Ley de Decomunización, o la de otros 11 partidos políticos en marzo de este año, acusados de vínculos con Rusia. La mayoría de ellos habían obtenido resultados marginales en las últimas elecciones, pero la suma de los tres más importantes superaba los 2,7 millones de votos, el 18,3% del total registrado en las urnas.

Durante mi estancia en Ucrania me he encontrado con que, al menos públicamente, casi nadie apoya la negociación con Rusia para acabar con esta guerra, pese a que el Gobierno lo está haciendo. Uno de los principales argumentos que exponen los entrevistados es que, de alcanzarse un acuerdo, Rusia podría romperlo en pocos años y volver a atacar. ¿Con ese ambiente es viable que el gobierno de Zelensky realmente esté dispuesto a negociar?

Es una apreciación precisa sobre una parte de la sociedad ucraniana. En concreto, sobre la sociedad ucraniana movilizada que se ha unido al Ejército y a las unidades de defensa territoriales. Hay, por supuesto, partidarios de las negociaciones, pero es difícil decir cuántos porque las encuestas de opinión pública en tiempos de guerra no son fiables. Y con las tropas rusas retirándose del norte de Ucrania, será difícil que los opositores a las negociaciones acepten algo que no sea la victoria.

Pero la batalla en el Donbás no va a ser tan fácil para el Ejército ucraniano, lo que significa que las negociaciones son muy necesarias y las preocupaciones sobre la ruptura de los acuerdos por parte de Putin y la cuestión de las garantías que pide Zelensky en las negociaciones con Estados Unidos, Reino Unido, Turquía, pueden jugar un rol en el estatus de Ucrania en la OTAN. De alcanzarse esos acuerdos, en caso de otra invasión rusa, Ucrania debería ser inmediatamente protegida, lo cual significaría una confrontación nuclear con EEUU, por ejemplo. Ese punto es muy importante en la estrategia de Zelensky, pero también depende de que los países occidentales acepten estas garantías que tiene que dar a Ucrania. Vemos que están pensando qué hacer, pero no tienen claras las claves para avanzar. Y, por otra parte, para el éxito de las negociaciones es importante que no solo haya concesiones por parte de Ucrania, porque por supuesto que eso sería interpretado como una humillación por mucha gente. Zelensky necesita algo que pueda presentar como una victoria para Ucrania. Y en este sentido, el ingreso del país en la UE, que Zelensky recordó en la primera semana de la invasión, es algo muy importante.

Si se avanza en la inclusión de Ucrania en la UE, Zelensky podría movilizar a una parte importante de la población para aceptar las negociaciones de paz. Eso garantizaría un acuerdo de paz más estable.

¿Es imprescindible para alcanzar un acuerdo de paz que Rusia se quede con Crimea y con la región del Donbás?

En este momento Rusia no está preocupada por conseguir Crimea porque para Putin el estatus ruso de Crimea está ya cerrado y a Ucrania solo le queda aceptarlo. En cuanto al Donbás, le piden a Ucrania que reconozca la independencia de las repúblicas de Lugansk y Donetsk. Eso significaría una concesión territorial por parte de Ucrania que le resultaría muy difícil aceptar. Y al mismo tiempo, parece que cualquier tipo de vuelta a los Acuerdos sobre Minsk, el marco anterior a la invasión rusa, que planteaban la reintegración de Donetsk y Lugansk de vuelta a Ucrania, es impensable ahora. La única forma de que Ucrania recupere el Donbás es una victoria militar y eso significa una guerra mucho más larga, muchos más muertos ucranianos, más ciudades ucranianas destruidas y más civiles bajo riesgo de masacre, como ha pasado en Bucha y otros territorios de Kiev.

Es un coste muy grande y en una entrevista en The Economist, el presidente Zelensky decía algo muy importante: “La victoria es poder salvar tantas vidas como sea posible. Sí, salvar tantas vidas como sea posible, porque sin esto nada tendría sentido. Nuestra tierra es importante, sí, pero al final es solo territorio”.

¿Están la UE y los Estados Unidos haciendo todo lo que pueden, en términos diplomáticos, para frenar esta guerra?

Por ahora, la estrategia de los países occidentales se limita a enviar armas y poner sanciones sin, de verdad, generar paralelamente vías para una solución diplomática con Rusia, o lo que está pidiendo Ucrania ahora –garantías de Estados Unidos o de otras potencias nucleares–, el estatus de neutralidad de Ucrania que se está debatiendo en Turquía o que pueda ser parte de la Unión Europea como miembro. Es importante enviar armas y poner sanciones, especialmente al principio de la guerra, cuando Putin pedía a Ucrania que cambiase de régimen, que instalara un gobierno títere y cuando esto falló, empezó a retirarse del norte de Ucrania y trató de consolidarse en el Este para centrarse en el Donbás.

Pero los países occidentales tienen una estrategia limitada a eso, y, por ejemplo, el presidente de Reino Unido, Boris Johnson, sostiene públicamente que las negociaciones son innecesarias y que solo hay que luchar hasta ganar a Rusia. Es muy fácil decir eso desde Londres cuando las pérdidas de vida humanas y el sufrimiento tiene lugar en Ucrania. Si Occidente no fue capaz de evitar que esto ocurriera, ahora tiene que hacer mucho más de lo que está haciendo.

Me ha sorprendido mucho la dificultad para encontrar personas que se identifiquen públicamente como de izquierdas y que buena parte de la sociedad ucraniana vincule esta opción política con Rusia por su pasado soviético cuando los grandes aliados de Putin son los líderes de ultraderecha. ¿Quiénes son la izquierda hoy día en Ucrania y qué posibilidades tienen realmente de manifestarse y de participar en el debate público?

Antes de Euromaidan había algunos partidos que pedían la incorporación de Ucrania a instituciones lideradas por Rusia como la Unión Euroasiática, pero esa propuesta colapsó con la anexión de Crimea.

Desde entonces, la etiqueta de prorruso o prorrusa se expandió y empezó a usarse para cualquier narrativa que desafiara el discurso dominante nacionalista pro-occidente en la sociedad civil activa.

La Plataforma de la Oposición nunca ha sido un partido de izquierdas, eran oligarcas que se dirigían fundamentalmente a los votantes de las regiones del sur y del este del país y que defendían la presencia de la lengua rusa en la escena ucraniana pública y oficial, pero no pedían una mayor integración en Rusia. Reclamaban un estado neutral, no alineado, relaciones pragmáticas entre occidente y Rusia, relaciones más amigables con Rusia pero no una subyugación a esta. Ahora lo que vemos es que la gente más importante de la Plataforma han quitado a Viktor Medvedchuk de su liderazgo. Era visto como uno de los políticos más prorrusos de los principales líderes de Ucrania. La Plataforma ha pedido a sus miembros que se unan a las unidades de defensa territoriales ucranianas. Tienen sus propias fuentes de financiación en Ucrania y no están contentos de que Rusia bombardee sus fábricas, sus propiedades y las ciudades en las que viven. Eran partidos ucranianos, no prorrusos.

Lo de la izquierda es muy complicado porque los prosoviéticos y la izquierda no son lo mismo, ni en Ucrania ni en todo el espacio postsoviético. Antes de la guerra había una parte significativa de actitudes prosovieticas en Ucrania. Y las reacciones de rechazo a la izquierda son típicas en el oeste del país, pero no en el este. Según encuestas de 2021, más del 40% de los ucranianos eran nostálgicos de la Unión Soviética y este sentimiento prosoviético, por un lado, no tiene por qué relacionarse con partidos de izquierda. Probablemente tampoco votarían a pronacionalistas, pero podrían votar a la Plataforma de la Oposición. Y algunos partidos de izquierda, aunque pequeños, eran bastante antisoviéticos, algo así como un ala izquierda de la sociedad civil nacionalista-liberal.

En 2015, prohibieron el Partido comunista, y ahora después del comienzo de la guerra han prohibido casi todos los partidos que podían llevar en su nombre las palabras izquierda o socialista por tener, supuestamente, “vínculos con Rusia”. Aunque algunos de los partidos de izquierdas prohibidos han sido efectivamente prorrusoscomo el Partido Progresista Socialista de Ucrania, era absolutamente marginal ya antes de la guerra. La razón para prohibirlos no ha sido que supusieran ninguna amenaza política real.

Esta parte de la gente de izquierdas teme ser reprimida por hablar públicamente. Hay informes de que algunos activistas de izquierdas han sido arrestados por las fuerzas de seguridad, sin pruebas, acusados de poder estar colaborando con Rusia.

Pero parte de la izquierda más antisoviética ha formado dos o tres pelotones que se han unido a las Unidades de Defensa Territorial.

Me he encontrado con muchas personas, incluidas del colectivo LGTBIQ+, que me decían que esta guerra les ha cambiado sus ideas y que ahora son nacionalistas, o que ya no ven con tan malos ojos la figura de Stepán Bandera, líder de la Organización de Nacionalistas Ucranianos –responsable de masacres de judíos y polacos– y colaborador del régimen nazi. ¿Cómo se explica esta evolución ideológica?

Durante la guerra, la gente tiene que tomar decisiones muy difíciles sobre cuál es la amenaza más importante a la que se enfrentan: bombas rusas o la ultraderecha que atacaba a personas del colectivo LGTBIQ+, por ejemplo. La ultraderecha ahora está más ocupada con Putin que con ellos.

Pero toda esta deriva ideológica comenzó antes de la guerra, aunque ahora se haya fortalecido. Empezó en 2014, cuando comenzó a crecer el nacionalismo, el apoyo a la figura de Bandera, la exclusión del idioma ruso de las esferas públicas, la decomunización, por supuesto apoyando a Ucrania en la guerra en el Donbás…

Y en ese contexto personas del colectivo LGTBIQ+ empiezan a presentarse como nacionalistas también. Yo lo veo como un intento de ser más aceptados socialmente.

Durante las fiestas del Orgullo, que se suele celebrar en mayo en Kiev cada año, ha habido escándalos porque algunos de quienes participaron en ella lanzaron eslóganes contra la guerra, y en Facebook se les acusó de prorrusos y hubo quienes pidieron que se prohibiese el Orgullo. Les acusaban de manifestarse en contra de Ucrania, la ultraderecha se aprovechó de todo ello acusando a este colectivo de ser prorruso.

Bandera es una historia complicada. Creo que ahora es más popular que incluso durante la guerra del Donbás y el proceso de anexión de Crimea, cuando no era especialmente popular entre las masas ucranianas.

Eventos muy complicados del pasado se están reinterpretando retrospectivamente, como preludios de lo que sucede ahora. Y sí, ahora más gente lo ve como un héroe de la causa ucraniana porque luchó contra la Unión Soviética. Y por supuesto que hay un revisionismo de esta figura porque sí, su movimiento estaba inclinado hacia el fascismo, tanto como era posible en ese momento histórico en Ucrania. Estaban de hecho tratando de establecer un estado marioneta o, mejor dicho, dependiente, aliado, aunque formalmente independiente, del estado nazi de Alemania, algo que a Croacia se le permitió. Pero los alemanes no lo apoyaron. Cuando quiso declarar a Ucrania como un Estado independiente, el régimen nazi detuvo a Bandera, pero aun así su organización trabajó durante un tiempo como parte de las fuerzas auxiliares policiales que ayudaban a los nazis. Hay información seria de que estas fuerzas estuvieron involucradas en el Holocausto y en la masacre polaca. Todo ello fue consecuencia de la ideología radical nacionalista y de las oportunidades de violencia que se dan durante una guerra. Los nacionalistas continuaron atacando también a los ucranianos que habían trabajado con las autoridades soviéticas, y fue como una pequeña guerra civil que continuó un tiempo tras la II Guerra Mundial. Los partidarios de los ucranianos nacionalistas fueron vencidos quizá en los años cincuenta.

¿Describiría a Bandera como un líder nazi?

No le llamaría líder nazi. Oficialmente es un radical nacionalista y hay quien considera fascista a su movimiento, pero hay mucha discusión histórica. El problema es que en el contexto de esta guerra las etiquetas de fascista o nazi ha sido muy desacreditadas por la propaganda rusa y porque, para la línea oficial rusa, no necesariamente para la mayoría de sus ciudadanos, la mayoría de los ucranianos podrían ser nazis. Entienden que Ucrania tiene una identidad nacional equivocada y que, por tanto, los rusos tienen que reeducarles para enseñarles cómo sentir a Ucrania en el sentido verdadero que, según ellos, es el visto por los rusos. En ese contexto, debatir si Bandera fue un fascista de verdad o cómo influye a la ultraderecha ucraniana no tiene mucho sentido porque es muy difícil discutirlo cuando estos conceptos están perdiendo el sentido y Rusia las ha convertido en palabras peyorativas utilizadas para atacar al oponente.

Hay que analizarlo en términos más sustanciales. Bandera colaboró con los nazis en algunos momentos, tenía una ideología nacionalista extrema radical, sus seguidores participaron en el Holocausto… y eso es suficiente para ser críticos con él y con su movimiento.

Aunque acabase mañana, tendríamos una sociedad traumatizada por la guerra, ampliamente armada. ¿Cómo se va a construir una democracia con ese contexto?

Será un país muy diferente al de antes de la guerra. Obviamente los sentimientos antirrusos serán muy fuertes. La presencia del idioma o la cultura rusa quedarán muy restringidos. Y los partidos que han sido prohibidos lo seguirán estando bastante tiempo. Los más ricos y los oligarcas serán capaces de reorganizarse y registrar nuevos partidos para defender sus intereses.

¿Qué podría hacerse para solucionar o suavizar estas tendencias? La integración en la Unión Europea podría dar más sensibilidad al respeto a los derechos humanos, más pluralidad en la sociedad ucraniana, eso es lo mejor que puedo esperar para Ucrania. Es uno de los escenarios posibles, pero no el más probable. Todo es posible, desde la guerra nuclear que sería el final de la humanidad, a una guerra prolongada como en Afganistán durante años, o la división de Ucrania en una parte prorrusa, con un gobierno marioneta controlado por Rusia, y en la otra parte aún controlada por un gobierno ucraniano, como ocurrió con la Alemania del Este y Oeste.